Palabras de mala prensa - Pederastia (2ª parte) - María Elena Pico Cruzans – Enero 2012
- Y a mí me parece que tú los miras desde un lugar
diferente.
- Y eso, ¿qué tiene que ver? “Lo que es, es”, como
tú dices.
- Te cuento.
El rey estaba
enamorado de Sabrina, una mujer de baja condición a la que había convertido en
su última esposa.
Una tarde, mientras
el rey estaba de cacería, llegó un mensajero para avisar de que la madre de
Sabrina estaba enferma. Pese a que estaba prohibido usar el carruaje personal
del rey, infracción que se pagaba con la cabeza, Sabrina subió al coche y
corrió junto a su madre.
A su regreso,
el rey fue informado de la situación.
-
¿No es maravillosa? – dijo-. Esto es un verdadero
amor filial. No le
ha importado
jugarse la vida para cuidar de su madre. ¡Es maravillosa!
Otro día, mientras Sabrina estaba
sentada en el jardín del palacio comiendo fruta, llegó el rey. La princesa lo
saludó y después le dio un mordisco al último melocotón que le quedaba en la
cesta.
-
¡Parecen buenos! – dijo el rey.
-
Lo son – dijo la princesa. Y, alargando la mano, le
cedió a su amado
el último melocotón.
-
¡Cuánto me ama! – comentó después el rey-. Renunció
a su propio
placer para
darme el último melocotón de la cesta. ¿No es fantástica?
Pasaron algunos años y, a saber por
qué, el amor y la pasión desaparecieron del corazón del rey.
Sentado junto a su amigo más íntimo,
le decía: “Jamás se comportó como una reina. ¿Acaso no desafió mi prohibición
utilizando mi carruaje? Es más, recuerdo que una vez me dio a comer una fruta
mordida”.
-
La realidad es siempre la misma. Y lo que es, es.
Sin embargo, como
en el cuento,
el hombre puede interpretar una situación de una manera o de la contraria.
Cuidado con tus percepciones, decía
Badwin el sabio.
SI LO QUE VES
SE AJUSTA “A MEDIDA” CON LA REALIDAD QUE A TI MÁS TE CONVIENE…¡DESCONFÍA DE TUS
OJOS!”
Jorge Bucay, “Déjame que
te cuente”
El mes pasado nos internábamos en el rescate de la palabra “pederastia”… Como Ariadna, nos dejamos llevar hacia el interior del laberinto. En el camino pudimos avistar a lo lejos la presencia arrolladora del Minotauro e intuimos su fuerza desgarradora y violenta. Cualquier palabra, decía, es digna de ser rescatada ya que conforma nuestra existencia; no obstante, ¿hasta qué punto “pederastia” es el hilo que puede conducirnos al interior de nosotros mismos? Nos dice Antonio Cruzans en su introducción a este número del mes de enero que “lo importante del camino es no cruzarme con el monstruo que nació de mí mismo, aunque intenta devorarme, porque ante la puerta del Apocalipsis debo llegar lo más intacto posible”. No sé si este periplo podrá librarnos de este encuentro. No sé si es posible llegar intactos. No sé, Antonio, si para conservar nuestra integridad, quizá deberíamos dejar un espacio a nuestra mezquindad…
Hay un cuento perteneciente a la tradición popular,
y que a menudo recuerdo, que ha sido
adaptado por diferentes lecturas religiosas y laicas. Este cuento puede ser el
mejor padrino de la palabra “pederastia”.
Esta es una de las versiones:
El mes pasado buscábamos en los orígenes de la
palabra “pederastia” un pequeño hilo que nos condujera de vuelta a casa. Este
mes quiero acercarme un poco más al centro del laberinto. Busco llegar intacta,
sí; pero, como decía antes, a medida que intuyo la presencia del Minotauro, un
escalofrío recorre mi espina dorsal y se instala en mis tripas.
Empiezo a aprehender de qué manera el contacto con
la palabra “pederastia” me lleva a mi mezquindad, y de esta manera empiezo a
comprender por qué intento situarme a distancia de esa palabra, como si no
formara parte de mi esencia…
Es entonces cuando descubro que un sencillo cuento,
una breve historia contada siglo tras siglo, me reconcilia con la palabra
“pederastia”, y, por lo tanto, me reconcilia conmigo misma, con lo que yo soy.



Podemos rescatar la palabra “pederastia” porque
podemos rescatar lo que está en nosotros. Es evidente que también podemos
seguir alimentando al monstruo que nos acompaña, y que, en ocasiones, por
caminos solitarios, puede sernos de gran ayuda… Recuerdo a menudo la metáfora
que utiliza Francisco Sánchez, terapeuta gestáltico, para definir el núcleo de
la neurosis. Aparece en su libro: “Terapia Gestalt: una guía de trabajo”:
“Personalmente
prefiero la metáfora del perro guardián. El carácter neurótico es como un perro
fiel que nos ayudó a salir adelante en momentos difíciles, y ahora descubrimos
que más bien nos representa un estorbo. Inevitablemente surge la tentación de
tratar de eliminarlo o de librarse de él.
Pero la opción
de “eliminarlo” no es posible. Me parece mucho más sensato, en primer lugar,
agradecerle los servicios prestados. El viejo perro desdentado se merece
nuestra gratitud. Forma parte inevitablemente de nuestra historia personal. Una
vez más, la solución gestáltica no consiste en la amputación sino en la
integración.
En segundo
lugar es posible negociar con él, si no una “jubilación” permanente, al menos
una reducción de jornada. Ya no hace falta que trabaje tanto o que se mantenga
en permanente alerta. Y nos mostramos dispuestos a escuchar y tomar en cuenta
sus avisos. Es así como podemos incorporar ciertos rasgos neuróticos como
limitaciones personales, como quien es tuerto, o cojo, o un poco sordo. Al fin
y al cabo se trata de aprender a vivir con las propias limitaciones”.
Hace poco caminando por tierras de Teruel encontré uno de los vestigios de la guerra: las trincheras. Es impresionante cómo fueron construidas y resisten el paso del tiempo. Y es inevitable que te invada esa imagen de la sangre derramada. En ese instante recordé también una frase de la terapeuta consteladora María Colodrón en una ocasión que nos decía (sin ninguna actitud trágica) que caminamos sobre muertos. ¿Cómo podemos olvidar que nada humano nos es ajeno?

“TODO PASA,
NADA QUEDA”

Es curioso cómo podemos sentir al pronunciar la frase la incertidumbre de no saber en qué lugar se encuentra el alma en este instante. Y cómo puede oscilar entre la serenidad y el desasosiego. Y aun encontrarnos con una incertidumbre mayor (la que nos devuelve la mirada arrolladora de la vulnerabilidad), que es, como dicen Eva Madelung y Barbara Innecken en su libro “Nuestras imágenes internas”, la de la
“paradójica
estructura de la realidad humana que nos hace estar entre la independencia y la
pertenencia, entre la responsabilidad y la rendición, entre el poder y la
incapacidad. En muchos casos no hay otra opción que reconocer y soportar que
estas contradicciones son irreconciliables. Al hacerlo, es posible que surja
inesperadamente una tercera solución, o que la situación quede abierta”.
La literatura es a menudo esa tercera solución. Se
nos presenta como un hilo mágico que puede integrar la independencia y la
pertenencia, sin conseguir evitar el desasosiego que produce el verse uno mismo
reflejado en los rostros de personajes legendarios y ficticios, o encontrarse
en escenarios que no has transitado pero a los que perteneces. En fin,
reconocerte en lo humano que hay de ti en cada ser.
Releo algunos artículos de Larra y me empapo de ese sentimiento humano
que nos es común, aunque, a veces quisiéramos que no lo fuera.
“¡Santo Dios,
yo te doy las gracias, exclamo respirando, como el ciervo que acaba de
escaparse de una docena de perros y que oye apenas sus ladridos; para de aquí
en adelante no te pido riquezas, no te pido empleos, no honores; líbrame de los
convites caseros y de días de días; líbrame de estas casas en que es un convite
un acontecimiento, en que sólo se pone la mesa decente para los convidados, en
que creen hacer obsequios cuando dan mortificaciones, en que se hacen finezas,
en que se dicen versos, en que hay niños, en que hay gordos, en que reina, en
fin, la brutal franqueza de los castellanos viejos! “El Castellano viejo” (“El Pobrecito Hablador”, 11 de
diciembre de 1832).
Son innumerables y lúcidos los guiños irónicos que Larra nos envía en sus “Artículos”. Y no podríamos sentir ese aliento de vida y desesperanza a la par que impregnan sus palabras si no nos reconociéramos en lo humano que nos pertenece.
Aun así, a veces, una mancha tan sólo es una mancha.
PARTICIPACIÓN
Te animo a compartir con nosotros, en estas páginas, alguno de esos momentos en tu vida en los que has podido experimentar que nada de lo humano te era ajeno.
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