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Mostrando entradas de noviembre, 2014

JUGUETES: Los Cinco y el tesoro de la isla, por Wendy – Diciembre 2012

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Ya hace algunos añitos, no pienso descubriros cuántos, yo también fui una jovencita a la que le gustaba soñar y correr aventuras por mis mundos inventados, por ello, devoraba todos esos libros capaces de alimentar mi fantasía que caían en mis manos y, un buen día, alguien, no recuerdo quién, me regaló uno en cuya portada se veía a una niña de pelo corto y ojos soñadores sentada junto a un perro adormilado y cuyo título, “Los Cinco y el tesoro de la isla” , provocó la misma tentación en mí que si me hubieran colocado una caja de deliciosos bombones al alcance de mis manos… Al finalizar su lectura una sensación de hambre se apoderó de mi cabecita y tuve que ir consiguiéndolos todos porque todo mi ser necesitaba acción, misterio y diversión… Por eso hoy, cuando me estreno en esta web, he querido comenzar con un pequeño homenaje hacia aquellos cuatro adorables chiquillos y su perrito encantador que llenaron tantas horas vacías de mi adolescencia. Supongo que el nombre de Los Cin

EL DIARIO DE ANA: Aclaraciones muy dudosas, por Ana L.C. – Diciembre 2012

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Y allí, sentado en el umbral de la puerta de mi nuevo domicilio, encontramos Araceli y yo a don Fulgencio como un trapo sucio y viejo a la deriva del viento… En su rostro se dibujaba la derrota… Al vernos llegar, el hombre se incorporó como un pesado dinosaurio: - Pensaba que vendrías sola, pero no importa... – dijo dirigiendo una mirada inquisitiva a Araceli -. ya nada importa… Abre y entraremos… Hay mucho de lo que hablar… Al entrar en la casita lo primero que salió a recibirnos fue el fuerte olor a humedad y a rincón cerrado, por lo que pensé que tendría que airearla y comprar ambientadores. Don Fulgencio se dejó caer sobre el sofá con tal pesado abandono que temí por la integridad del frágil mueble. - Lo siento, don Fulgencio, pero no tengo nada para ofrecerle – Me disculpé. - ¡Déjate de cumplimientos! – me respondió el hombre con tono tajante y malhumorado que contrastaba con la amabilidad desplegada aquella mañana, apenas hacía dos horas -. Vayamos al grano… Creo q