REFLEXIONES EN LA BISAGRA: Las plumas de la doctora Natalia, por Vicent M.B. – Junio 2012
Me cuesta ubicar la fecha exacta, pero habiendo bufandas de por medio supongo que sería entre noviembre y marzo. Lo que sí recuerdo, por asociación, es que era miércoles. Los martes y los miércoles de esos meses se prestaban al bocata, por aquello de que echaban por la tele un partido de Copa de Europa. Y los martes era el día de jugar a futbito con el equipo intelectualmente más brillante de la ciudad, una plétora de especialistas en los más variados campos de la física del cosmos entre los que se contaban sorprendentes magos del balón. Como aquel cerdo porteño que lo hacía todo bien, desde su ciencia hasta las fintas con la zurda. Así que, como recuerdo que aquel día había comprado una chapata en el despacho de pan que había camino de casa, solo queda, por eliminación, la opción del miércoles. Las pachangas acababan demasiado tarde como para pillar la tiendecita abierta. Recuerdo además que era una chapata porque se me quemó. Se me quemó dentro del horno, donde la había metido