CRÉEME, ESTOY MINTIENDO: Cap. 2 – Me he vuelto loca, lo sé, por Ángeles Sánchez – Diciembre 2012
Oh,
esto ha estado muy, muy bien. Pienso, es divertido hacer estas cosas
con Javi, sabe lo que se hace. Y es muy terapéutico, por unos segundos me
siento tan liberada que podría hasta dormirme, pero tengo un plan.
No tengo muy claro lo que siento por Javi,
sé que siempre ha estado ahí y que uno de sus abrazos puede hacer milagros. A
veces sólo voy a él para que me abrace, me hace sentir bien. Otras veces,
desesperada busco en el los besos y las caricias que nadie me da. También
hablar con él es bueno, sabe usar muy bien las palabras y es particularmente
divertido.
Primer
jueves de Agosto de 2012, empiezan las grandes fiestas y borracheras. Es un
atardecer precioso. La Luna está mirando cómo me fumo un cigarrillo sentada en
el alfeizar del bar. Y yo a ella, mientras me hago mil preguntas y no consigo
encontrar ninguna respuesta. A veces tengo una facilidad para evadirme un poco
preocupante. Javi me devuelve a la realidad.
- Me
encanta ese vestido. ¿Es nuevo?
- Sí,
lo compré la semana pasada.
- Te
queda genial, ésta noche vas a ligar con quien quieras.
- No
creo que ligue con nadie.
-
Porque no querrás, entonces.
-
¿Quién sabe, no?- Reímos.
La
noche se hace larga y aburridísima, el alcohol está actuando más lento de lo
normal. Y tengo muchas, muchas ganas de emborracharme. La música suena alta y
la gente baila al son, entusiasmados. Cada dos por tres, miro de reojo al resto
e inconscientemente acabo buscando a Mario. Él se da cuenta y me sonríe se
acerca a mí. Me agarra por la cintura. ¡Oh dios mío! Se me tensa el estómago.
- Hoy
estás guapísima.
-
Gracias, aunque no se puede decir lo mismo de ti.
Me
mira como intentando parecer enfadado y con un poco de picardía y después se
forma una media sonrisa en sus labios. Creo que mis entrañas van a explotar. ¡Uff!
Me da un suave y dulce beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de los
labios y vuelve con sus amigos. Creo que es entonces cuando todo el alcohol
llega de golpe a mi cabeza, me tambaleo y, cuando me recobro, decido celebrar
ese pequeño contacto y empiezo a bailar, a dejar que la música me llene. Es tan
placentero.
El
sol ya ha hecho su aparición. Un amanecer tan bello como siempre. Llego a casa.
Los chupitos me han dejado totalmente descolocada y mi mente hace horas que ha
desconectado.
Antes
de darme cuenta estoy durmiendo como un angelito, y antes de lo que hubiera
querido me despierto. Soñando con Mario, estamos en un lugar muy cálido el me
abraza y yo quiero estallar.
El
teléfono. Descuelgo. Es Javi. ¡Mierda!
Intento
no pensar mientras hablo. O mejor dicho, me habla. No me interesa su vida, no
quiero saber lo que hace, si tiene ganas de verme o si no las tiene, me da
igual. Ahora no.
- ¿Ahora?
- ¿Por
qué no? ¿Tienes miedo?
- Miedo
a perder el sueño, sólo eso.
- Joder,
quiero verte.
- No
te he oído.
- Que
te qui...
- ¿Hola?
¿Me escuchas?
- Te
decía que si te apetece que te recoja, como quieras.
- Ahora
no Javi. Piensa un plan para más tarde - sé que no lo hará.
- No
me lo digas dos veces
- Haz
lo que quieras, yo voy a dormir ¿vale?
-
¡Joder, eres una rajada!
- Como
quieras...
- ¿Me
vas a dejar así?
- Como
si fuera mi culpa que estés borracho...y algo más.
- No
has parado de mirarme en toda la noche...
- Eso
no es verdad – Me enfado, ¿se puede ser más idiota? Yo tampoco tengo la culpa
de que él sea el mejor amigo de Mario y haya pensado que le miraba a él cuando
mi mente bailaba con el chico que estaba a su lado mientras irradiaba pasión.
- Si
es tuya, sí.
- Bueno,
ya me cuentas mañana, ¿vale?
Viernes,
siete de la mañana otra vez, he vuelto a ver amanecer. Llego a casa, me tumbo
en la cama y salto de ella al segundo para ir corriendo al baño a vomitar. Odio
los chupitos, no volveré a probarlos. Me duermo. El teléfono vuelve a
despertarme.
- ¡Ey!.
- Javi,
estoy borracha, ¿Qué quieres?
- Ya
lo sabes...
- No,
no lo sé.
- Haz
el esfuerzo. Por cierto ¿Te he dicho que sé un método de que se te pase la
borrachera?
- Yo
también lo sé. Dormir la mona. Buenas Noches Mario, Javi. - Mierda.
Sábado
por la tarde, estoy tirada en el césped de la piscina. Mis Rayban hacen que sea
más sobre llevable el dolor de cabeza. Mario aparece en el peor momento, estoy
untándome con mi crema ultra protección que deja unos ronchones blancos
horribles. ¿Se puede tener más mala suerte?
- ¿Hoy
fiesta?
- No
lo sé. ¿Cuántas toneladas de maquillaje puedo necesitar para arreglar mi cara
de zombi?
- Estás
más guapa sin maquillar.
- Y
en pijama.
- Vale,
me lo apunto. Espero verte esta noche sin maquillar y en pijama.
Estreno
mi segundo vestido nuevo, nada de ropa de cama. Y rezo para no acabar
sucumbiendo a los placeres de los pequeños tragos de Satán.
Nueve
de la mañana. Llego a casa. Mario no ha aparecido en toda la noche ¿Dónde habrá
estado? En casa están todos despiertos. Consigo disimular y meterme rápido en
mi cuarto. Evitando conversaciones largas y miradas fijas.
Me gusta mirar a Javi mientras duerme, su
sonrisa sigue ahí y se encuentra tan plácidamente que podría decir que está
teniendo un fantástico sueño. Podría pasar toda la noche aquí pero no lo haré.
Lentamente intento separar sus brazos de mi cuerpo, intentando no arruinarle el
sueño. Pero se despierta incluso antes de que haya conseguido moverme ni un
centímetro.
- ¿Ya te vas?- Me dice. Puedo ver como
arruga el ceño. No parece querer ocultar su molestia- ¿No crees qué es un poco
desconsiderado por tu parte despertarme tan tarde y volver a hacerlo ahora?
- ¿Entonces lo que te molesta es qué te
despierte y no que me vaya, no?- Le contesto en tono divertido.
- He aprendido la lección Angy, cuando te
sientes sola, cabreada o cuando tan sólo estás aburrida vienes a mí. Pero no
quieres nada más. Soy tu juguete.- Dice él en un tono que entremezcla la
conformidad con la tristeza.
- No es verdad, tú, tú me gustas. De no
ser así no vendría. - Le contesto y es cierto, sé que me gusta, pero el
recuerdo de Mario, de esta tarde, está tan presente que no puedo concentrarme
en pensar otra cosa. Sobre todo por qué si hay algo de lo que estoy segura es
de que a Mario siempre le querré de un modo mucho más fuerte y especial.
- Entonces, ¿te gustaría tener algo más
conmigo? Vamos vuelve a la cama... - Me esfuerzo para no salir corriendo.
- Le doy el beso más dulce que jamás le he
dado.
- Hoy he visto a Mario- Cambio de tema, no
me gusta la dirección que ha tomado el momento- ¿Sabías que estaba por aquí?
- ¿Mario? No, no tenía ni idea. -Entorna
los ojos, parece enfadado o preocupado, o triste, no lo sé- Es por él, ¿verdad?
- Tengo que irme Javi, lo siento, de
verdad. Mañana hablamos de esto, ¿vale?
Estoy un poco cabreada la verdad y
necesito hablar con Mario, saber que está haciendo aquí. ¿Qué coño estás haciendo aquí?
Vuelvo a mi cuchitril, cojo el saquito con
todos los ahorros que he podido hacer en mi nueva vida y salgo a la calle. Me
doy cuenta que llevo el pijama puesto. ¡Esto
le gustará! (Creo). Cruzo la calle, a un par de manzanas de mi edificio se
encuentra un viejo polideportivo descubierto donde ahora se reúnen algunos inconformistas.
Se hacen llamar “La leyenda” o algo así.
Sé por Ana que es el único mercado negro
que no ha sido descubierto todavía, Rafa le ha hablado de ese lugar porque él
suele ir allí en busca de cigarrillos. El lugar es realmente inquietante, pero
a la vez, el titilar de las luces de las fogatas hace que cualquiera que pase
por la zona se sienta atraído como las luciérnagas lo hacían a las bombillas de
neón. No entiendo como Jara no ha descubierto ese centro clandestino. No,
definitivamente lo conoce, lo que no sé qué beneficio se llevará él para
dejarlo en marcha...
Me acerco y en seguida me doy cuenta de que
mi atuendo no es el más adecuado. Pero aún así no tengo miedo, camino rígida y
decidida.
- Monada ¿Te has perdido? - No, gracias.
¿Sabes dónde puedo encontrar a Kiko?- Oh mierda, ahora sí que tengo miedo.
- Has venido al lugar correcto, guapa.
Pero yo puedo darte más de lo que ese te dará jamás. -Hace un gesto grosero con
la cadera y brazos-. Dicen que perdió un testículo en una batalla con uno de “los perros”.
- Oh, no te preocupes, creo que podré
apañármelas. No creo que requiera esos “servicios” de él, ni de nadie- le digo
mirándole fijamente, dejándole claro que tampoco quiero nada con él.
- ¿Quieres probarme monada? o ¿sólo buscas
cabrearme?
- Ambas. - Le dedico mi mirada más dura.
Pero creo que no es suficiente. Ya estoy empezando a sudar y a arrepentirme
cuando otra persona habla.
- Me han dicho que una preciosa jovencita
vestida con pijama me estaba buscando. ¿Querrías venir conmigo preciosa?- Un
hombre de unos cuarenta y tantos, con una cicatriz que le cruza media cara (y
continua por el cuello hasta quién sabe dónde) aparece de entre las sombras.
Me tiemblan las piernas. Asustada sería
quedarse muy, muy corta. Busco posibles lugares por donde salir corriendo. No
me había dado cuenta hasta entonces de la cantidad de gente que por ahí
circula. Todos vagan entre las sombras y no puedo reconocerles. No sabría a
quién pedir ayuda.
- Estoy buscando a Kiko.
- Yo soy Kiko. ¿Me acompañas? - ¿Qué más puedo hacer? Pienso. Le sigo, y
creo que voy a tropezar varias veces conmigo misma porque mis piernas siguen
sin responder.
- Espero que mi amigo Narci no te haya
molestado. - Niego con la cabeza- Y bien, ¿Qué te trae por aquí?
- Quiero tabaco.
- Una nenita como tú no debería fumar. No
en los tiempos que corren.
- Me da igual. ¿Cuánto?
- ¿Cuánto? Creo que no lo comprendes. No
te vendería tabaco ni por todo el dinero del mundo. Sería una desgracia perder
a una cara tan bonita como la tuya.
- Deja las adulaciones, por favor- Vuelco
el contenido de mi bolsa de ahorros sobre mi mano. Debe haber unos doscientos
euros. Espero que sea suficiente.
- Cariño, con eso tendrías para un par de
cajetillas. Y aun así, no sé si podría fiarme de ti. - Veo en sus ojos azules
la intriga y la diversión entremezcladas. - ¿Cómo sé que si te pillan no dirás
que te lo he pasado yo?
- Es la primera vez que te veo, me he
perdido para llegar a este sitio- en eso último miento-, así que no sabría
indicar a nadie como llegar aquí. ¿Vas a darme el tabaco o no?
- ¿Tan desesperada estás?- Saca dos
cajetillas de Fortuna de su bolsillo interior de la chaqueta. Me las ofrece. Sólo
quiero una. Pero le doy todo el dinero. A fin de cuentas, no creo que lo vaya a
necesitar después de lo que pretendo hacer. Oh dios mío, debo de estar
volviéndome loca.
- Gracias.
Siento curiosidad por ese lugar y por la
gente que por allí anda a escondidas apenas sin hablar. No tiene mucho sentido.
Antes de salir a la calle abierta, donde
cualquiera podría verme, enciendo un cigarrillo con unas cerillas que cogí de
mi cuchitril y salgo a plena vista Si uno solo de, ¿cómo los han llamado “los perros”?, me encontrara sería
encarcelada en cuestión de ¿segundos? “Venga
Mario, ven, ven Perrito, ven a buscarme.”
No ocurre nada y ya estoy empezando a
cansarme. He encendido mi segundo cigarro con la colilla del primero. ¡Qué
ganas tenía de fumar! Sin darme cuenta he andado tanto que estoy a los bordes
de la zona prohibida y sin previo aviso ¡PUUUUUUUUUM! Noto un fuerte golpe en
mi nuca y caigo de bruces al suelo sin poder hacer nada. El dolor es
insoportable y me desmayo.
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