MIS AMIGOS LOS LIBROS: El Clan del Oso Cavernario, por Ancrugon - Enero 2013
Cuando
se escribe sobre la Prehistoria con pretensiones de novelarla, tal vez se esté
más cerca del género de la ciencia ficción que del histórico, pues es necesario
echar mano más de la fabulación que de los documentos reales, a pesar de que, como
en este caso, se parta de unos estudios bastante profundos y de una base
científica perfectamente atestiguada.
Jean Marie Auel, la
escritora norteamericana nacida en Chicago el 18 de febrero de 1936, aunque de
ascendencia finlandesa, se graduó en antropología, paleontología e historia
natural, investigando concienzudamente en cuevas tan famosas como la de Altamira, en España, o la de
Shanidar, en Irak, y basando sus personajes en los diversos fósiles reales
hallados y creando así una de las sagas más impresionantes sobre aquellas
lejanas épocas en las que todavía convivían sobre la corteza terrestre las dos
especies homínidas que precedieron al hombre actual, la Cromañón y la
Neandertal.
La
existencia de la especie Neandertal cubrió un largo periodo que va, aproximadamente,
entre los 120.000 hasta los 30.000 años antes de Cristo, perteneciente a la
Edad de Piedra, y encontrándose yacimientos con sus fósiles en Europa y el
Sudoeste asiático, obteniendo su nombre del valle del río alemán Neander, donde
se descubrieron sus primeros restos. Poseían un cráneo de una alta capacidad,
1.450 cc. en los adultos, con paredes gruesas, achatado y alargado, donde
destacaban sus marcados arcos superciliares; sus narices eran prominentes, para
respirar y oler mejor en aquel clima frío, y el mentón retraído, con ojos
grandes y, aunque el tamaño del cerebro era bastante similar, incluso superior,
al del hombre actual, parece que estaba más en consonancia con el resto del
cuerpo que con su inteligencia. No se sabe si tenía la capacidad del habla,
aunque se intuye que posiblemente pudiera hacerlo, por lo menos en sonidos
cortos o gruñidos. Su tronco era robusto y largo, lo que contrastaba con la
pequeña longitud de sus piernas y su pequeña estatura, sobre metro y cincuenta
y cinco centímetros, aunque estaba perfectamente adaptado al medio ambiente
frío del último periodo glaciar donde vivía cazando y pescando, a veces
recolectaban frutos y hierbas, pero dependían bastante de la carne. Los varones
solían ser más corpulentos que las hembras, pero ambos poseían una gran
musculatura desde la infancia. Cohabitaban en pequeños grupos o clanes de pocos
miembros y su tecnología era bastante sencilla, sin embargo parece que
destacaban por ser unos hábiles cazadores y pescadores. También aparece en
ellos los primeros vestigios de religiosidad y de ritos funerarios.
Aunque durante bastante
tiempo se pensó que la Neandertal era el escalón precedente de la Cromañón,
recientemente, tras diversas investigaciones genéticas, se ha llegado a la
conclusión de que ambas especies no estaban directamente relacionadas sino que
son dos evoluciones separadas de un mismo homínido anterior procedente de
África, algunos dicen que sería el homos
Ergaster, o cualquiera de sus descendientes, el cual ya se distinguía por
ser un ser bípedo, lo que conllevaba la liberación de las manos para ser
utilizadas como instrumentos de precisión y sensibilidad, y unas manos donde
destacaba la oposición del pulgar, lo que les capacitaba para la creación de
herramientas, pero este antecesor no era un cazador muy especializado y se
alimentaba especialmente de carroña.
A causa de las
migraciones por causas ambientales, o de cualquier otra índole, diferentes
grupos llegarían a Europa y Asia, donde, debido a lo duro de la climatología en
aquellas épocas, aparecería la especie Neandertal por una evolución para
adaptarse al medio.
Sin
embargo, el hombre de Cromañón (Cromagnon, en francés), evolucionó en un
entorno diferente, más benigno. Era más alto, con una estatura media de un
metro y setenta centímetros, de cabeza más redonda y paredes craneales más
delgadas, nariz más pequeña, mentón sobresaliente, frente más alta y cejas
menos pobladas, pero con una inteligencia superior, gran capacidad de
comunicación y una enorme habilidad para utilizar el medio y adaptarse a él.
Como el Neandertal, también salió de África y se expandió por Asia y Europa,
pero fue aquí donde se encontró por primera vez con ellos. Siendo ambos
cazadores y, por lo tanto, competidores, prevaleció aquella especie que poseía
una mejor técnica y capacidad de adaptación, llegando el Cromañón a ser
omnívoro, lo que le permitió sobrevivir en épocas de escasez de caza.
Inventaron las armas arrojadizas, lo que les permitía no tener que acercarse
demasiado a sus presas, como hacían los neandertales, pues eran físicamente más
débiles que aquellos. Su capacidad de comunicación les llevó hasta la expresión
pictórica y la artística en general, desarrollando su capacidad de abstracción
y de pensamiento en general.
Planteado
este paisaje, Auel decidió dar cuerpo a su proyecto de escribir la gran
aventura de la Prehistoria y para ello, además de pasar infinitas horas metida
en bibliotecas, participó en cursos de supervivencia para poder vivir en
persona experiencias similares a las de los personajes que quería desarrollar:
aprendió a construir refugios de hielo, a hacer fuego con piedras o palos, a
curtir el cuero, a tallar piedras para hacer herramientas… Y al final surgió su
primer capítulo: El clan del oso cavernario.
Tras un terremoto, Ayla,
una niña cromañón de cinco años, ha quedado completamente sola, sin hogar y sin
familia, viéndose obligada a buscarse el sustento por sí misma. En una de sus
andanzas se topa con un león de las cavernas, monstruoso animal, extinto en la
actualidad, que habitaba gran parte de Eurasia durante el Pleistoceno y que
medía cerca de metro y medio en su cruz por más de dos metros de largo, sin
contar la cola. El león intenta devorarla, pero ella se refugia en una cavidad
de la roca y sólo le alcanza a marcarle una pierna con sus garras, lo cual,
posteriormente, no sólo le marcará físicamente, sino también en su destino. A
punto de morir, la encuentran un grupo de neandertales, el Clan del Oso
Cavernario, quienes la adoptan siendo educada por Iza, la hechicera. Para saber
si podía ser apta o no, se le somete a un ritual de pruebas del que sale
perfectamente, pero donde se gana el odio de Broud, el hijo del jefe.
Siendo ya un nuevo
miembro del clan, Ayla debe buscarse una “casa” dentro del mismo, por “casa”
entenderemos un grupo de personas con las que convivir, pues todos habitaban la
misma gruta, pero en grupitos, y es el sacerdote Creb, el hermano de Iza, quien
la adopta a la suya. Ayla, al principio, no tenía claro que ella pertenecía a
otra especie, y convive con los neandertales aprendiendo con gran facilidad su
forma de vida y sus costumbres, siendo adiestrada por Iza para ser una
curandera y así aprende a conocer las hierbas, frutos, semillas y todo lo
necesario de la naturaleza y a mezclarlo y aplicarlo para las diferentes
enfermedades o dolencias.
El clan tenía prohibido a
las mujeres el uso de las armas, pero Ayla aprende en sus salidas a cazar con
una honda, lo que le supuso más de un disgusto y, sobre todo, alguna paliza de
Broud, quien no perdía ocasión para martirizarla, pues los hombres tenían el
poder absoluto sobre las mujeres, y en una de ellas casi pierde la vida, por lo
que interviene el jefe amonestando a su hijo y amenazándole para que no lo
vuelva a hacer.
Ayla sigue creciendo y
cada vez son más patentes sus diferencias. Un día, llevada por su buen corazón,
salva la vida a otra niña arriesgando la suya propia, lo que le hace ganar
mucha estima en el grupo. Así, cuando llega la fecha de la gran cacería, los
hombres deciden llevarla entre las mujeres y, durante ese viaje, salva a Brac,
el hijo de Broud, utilizando un arma, lo que produce un dilema entre los
hombres, pues si bien le agradecen el acto, piensan que deben castigar su
infracción de utilizar armas, por ello deciden castigarla a muerte durante una
luna, lo que suponía que durante ese periodo nadie le hablaría ni la escucharía
y ella debería alejarse del grupo. Sin embargo, a la vuelta, los hombres habían
decidido acabar con aquella norma injusta y la nombran cazadora, por lo que
podía portar armas constantemente.
Pasado el tiempo y siendo
ya mujer, Broun decide materializar su odio hacia ella en las continuas
violaciones a las que la sometía, lo cual no hubiera sido nada extraño, pues
los hombres podían usar de las mujeres para esos desahogos cuando les apetecía,
pero en este caso las diferenciaba el uso de la violencia. A causa de esto,
Ayla quedó embarazada, cosa que llamó la atención en el clan, pues ellos no
relacionaban los actos sexuales con la fecundación y creían que esta llegaba
por otras causas más animistas. El niño nació con malformaciones culpa de la
mezcla de dos especies distintas y, temiendo que lo mataran, Ayla huyó con su
bebé, aunque luego la convencen y vuelve junto a los demás.
Y lo dejamos aquí, porque
no es bueno contar los finales pues se pierde el interés… El caso es que Auel
vio que esta historia no se podía narrar en un solo tomo, por lo que decidió
que la iría desgranando en diferentes entregas englobadas bajo el título común
de Los hijos de la Tierra, y así,
tras El clan del oso cavernario,
editada en 1980, llegaron El valle de los
caballos, 1982, Los cazadores de
mamuts, 1985, Las llanuras del
tránsito, 1990, Los refugios de
piedra, 2002 y La tierra de las
cuevas pintadas del 2011, con la que, según palabras de la propia autora,
la saga está acabada.
En
la primera novela vemos varios temas que se desarrollan con gran maestría por
parte de su autora, como la interacción con el medio ambiente, las relaciones
humanas, los ritos religiosos y el comercio. Por ejemplo, la difícil relación
de dos especies de homínidos en clara competencia por la supervivencia: por un
lado los neandertales, más antiguos, más fuertes físicamente, mejor adaptados y
con una forma de vida bastante asentada y organizada, y por el otro, los
cromañón, con una inteligencia más desarrollada, con mayor capacidad de
comunicación y con mejor tecnología. Otro tema es el de las relaciones entre
los sexos, donde los hombres se dedican a la caza, la defensa del grupo y a
todo lo que dependa de la fuerza, mientras las mujeres se encargan de la
recolección, el cuidado de los niños y las tareas de manufactura, ello le da el
poder al hombre quien crea las normas según su punto de vista y sus necesidades
imponiéndoselas a las mujeres. También aparece la espiritualidad representada
por los tótems, como el Oso Cavernario, una especie de figura divina, y todas
las normas y costumbres que dirigen al clan. Y, sobre todo, vemos, a través de
estas páginas, cómo vivían estos seres y cómo hemos ido evolucionando hacia la
torpeza y la dependencia de las cosas materiales hasta volvernos unos
verdaderos inútiles que no sabríamos sobrevivir en aquellas condiciones.
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