ÉRASE UNA VEZ: Teoría de la novela 4, por Melquíades Walker. Octubre 2012
“Todo novelista quiere escribir poesía, descubre que
no puede y a continuación intenta el cuento, y al volver a fracasar, y sólo
entonces, se pone a escribir novelas.”
William Faulkner
“Una novela
narra una serie de sucesos encadenados en el tiempo desde un principio hasta
une fin”,
dijo Henri Couler, por lo que elegir ese orden es lo que llamamos componer,
pero no todos los novelistas componen de la misma forma, pues mientras unos lo
hacen mediante la unión de diferentes episodios aislados, dando saltos en el
tiempo y uniéndolos para dar forma a una historia que se va disponiendo como
las piezas de un puzle, otros siguen una línea argumental atada al tiempo y
todo se va sucediendo en un orden establecido, sin embargo, tanto en un caso
como en el otro, los componentes de una novela son las unidades (situaciones,
personajes, temas, etc.), las relaciones y los nexos.
Lo
importante en toda creación novelística es la tensión, la herramienta que
mantiene despierto el interés del lector y hace que esté siga leyendo y
participando en la trama, esta tensión se basa en su estructura interna, en los
sucesos que surgen de la trama y que componen la curva dramática que generan
los diferentes conflictos que se van
sucediendo bien distribuidos en cada capítulo de forma que, al cerrarlo, el
lector quiera buscar el siguiente para reabrir la narración. Para ello, la
novela se divide en escenas que deben tener una importancia relevante dentro de
la obra, dando información o resolviendo los conflictos, pero siempre
conteniendo algo de sentido y relación con el resto, y, aunque el orden pueda
ser bastante libre, todas deben estar en función de un fin, puesto que una
escena aislada y sin conexión con el resto y carente de la suficiente tensión
es absurda e incoherente.
Así
mismo, no debe resolverse todo con rapidez pues, de hacerlo de esta forma, la
historia se agota rápidamente, sino que deberemos dosificar la información para
que vaya apareciendo poco a poco y bien administrada para mantener el interés fresco todo el tiempo e, incluso,
incrementarlo. Otra cosa es el orden en que aparezcan las diferentes
situaciones y, dependiendo del mismo, la novela resultará de una manera o de
otra, pareciendo bastante diferentes estando compuestas por los mismos
elementos.
A partir de
aquí, podemos concluir que para realizar esta organización de conflictos se
deben seguir dos pasos, el primero es establecer el orden y, el segundo,
decidir cómo trabajamos y agrupamos estas escenas: si en capítulos iguales, si
desiguales, sin capítulos, etc. Una vez hecho esto, ya podremos decidir qué
tipo de novela queremos escribir. De esta forma, si la composición gira en
torno a los acontecimientos, la obra resultará de intriga; si la hacemos girar
alrededor de un personaje, o personajes, trabajando el monólogo interior, etc.,
la novela será de personaje; pero si lo que destacamos es el ambiente,
histórico o social, tanto general como particular, resultará una novela de
espacio. Y por el mismo razonamiento, una novela será cerrada si se intenta
controlar todo desde el principio enfocándolo hacia el final, o abierta, cuando
se van buscando los sentidos en cada uno de los elementos por separado.
Muchos
escritores, antes de iniciar a escribir una novela, establecen un guion al que
seguir, estructurándola ya desde el principio, principalmente en cuatro
aspectos: secuencia inicial (narrador, objetivo…), acción (escenas e
incidentes), nudo de la trama (clímax o punto culminante) y obstáculo
(conflictos que se establecen), determinando, así mismo, la organización de escenas, capítulos y
partes. También es corriente realizar unas fichas para cada personaje, en las
que se indicará el nombre, su función dentro de la novela, la edad, el
carácter, un retrato moral, otro físico, sus relaciones con los otros
personajes, sus anhelos y los lugares que frecuenta. De esta manera evitaremos
perdernos entre el maremágnum de personajes y errar en sus descripciones o
actividades.
En conclusión, y
antes de meternos en particularidades de la creación novelística, cosa que
haremos en sucesivos capítulos, dejaremos claro que la novela hilvana una
noción del mundo en un extenso muestrario de hechos diversos, dando libertad a
una serie de personajes quienes deben componérselas dentro de un complejo
desarrollo social, con la finalidad de satisfacer la curiosidad del posible
lector por medio de una cadena de sucesos, caracterizando a los personajes con
unas personalidades y psicologías propias y desarrollando las acciones en
lugares, tiempos y sociedades de amplitudes diversas e indeterminadas, lo cual
debe producir en los lectores la sensación de estar siguiendo una historia
verosímil que irá siguiendo capítulo a capítulo.
Las
diferencias con el cuento son evidentes, pues en éste se presenta un suceso en
particular, desarrollado con pocos personajes, con una crisis simple que se
soluciona en una única peripecia y cuyos personajes carecen de descripción
psicológica, pues lo único que nos interesa de ellos son sus acciones, las
cuales ocurren en espacios y tiempos bastante limitados y determinados.
En la novela
actual se han roto todas las limitaciones que existían en la tradicional, y así
vemos como ya no preocupa tanto la típica división en presentación, nudo y
desenlace, pudiéndonos saltar este orden con toda tranquilidad y prevaleciendo
simplemente la presentación de los problemas y los mundos interiores de los
personajes. Así mismo, el narrador puede enfocarse desde diferentes
perspectivas, e incluso, con la ausencia del mismo a través del estilo directo.
Los protagonistas se diluyen y ya no se identifican con el héroe o el villano,
por ejemplo, sino que se humanizan y se comportan con más naturalidad. También
el tiempo pierde su unidad y son frecuentes los saltos en el mismo, del
presente al pasado, o viceversa, así como el lenguaje es más lógico y natural,
hablando cada personaje como le corresponde.
Para
concluir, veamos lo que nos dice Juan José Millas sobre su propia actitud a la
hora de escribir, algo totalmente distinto a lo que hemos intentado demostrar
durante estos capítulos:
“Escribo sin
esquemas previos y, por consiguiente, nunca sé lo que va a pasar en las
siguientes páginas; es más, en ocasiones ignoro si lo que estoy empezando es
una novela o un cuento. Mi novela Visión del ahogado, por ejemplo, empezó
siendo un relato breve y al poco era ya un proyecto de novela larga. En esa
novela hay dos personajes que durante muchos folios estuve tratando como
hermanos hasta que me di cuenta de que eran un matrimonio sin hijos. Esta
ignorancia puede contrastar con el hecho, que algunas veces me han señalado, de
que una de las cosas que más suelo cuidar de mis novelas es la trama. Y en
efecto es así, el conjunto de algunos relatos míos puede parecer una pieza de
relojería en la que cada pieza debe jugar un papel específico. Sin embargo,
todo ello no es el producto de una planificación o de un diseño; es el producto
del dejarme arrastrar sin violencia por una idea o una imagen que desde el
momento en el que nace lleva en su interior una lógica que el novelista ha de
saber escuchar para no introducir interferencias en su desarrollo. El argumento
siempre permanece oculto, como el mimbre en la trama, pero uno sabe que no deja
de hacerse, de crecer, en ese otro lado de la conciencia al que sólo se accede
a través del sueño o de la locura.”
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