PALABRAS DE MALA PRENSA:Estadística, por María Elena Picó Cruzans - Octubre 2012
El
inicio de este curso escolar se ha instalado en nuestras casas como lo están
haciendo los que pierden sus trabajos y regresan a los hogares paternos:
envueltos en decepciones y con las maletas vacías.
En este
torbellino de emociones que la vida nos ha puesto como camino me he encontrado
ya varias veces en breve espacio de tiempo con la
“estadística”. Y he decidido escribir sobre ella. No para rescatarla. Esta vez,
no. No puedo. Fundamentalmente, no quiero.
No puedo
escribir sobre la “o(h)diosa estadística” sin recordar otras palabras que ya le
dediqué hace tiempo. Es curioso. Nada nos devuelve más nuestra identidad; nada
nos recuerda mejor quiénes somos y en qué círculo o espiral se mueve nuestro
“yo” que releer páginas de nuestros diarios.
En 1994, cuando llevaba sólo cuatro años trabajando en la enseñanza, y
estrenaba reforma educativa, escribí un diario sobre mis experiencias docentes.
La primera página la titulé así: ¡Oh diosa Estadística! Y dediqué mis palabras
a expresar la indignación que me producía que se tomaran medidas educativas
manipulando los datos estadísticos. Lo impactante para mí ha sido retomar las
palabras que literalmente escribí entonces: “En alguna ocasión he escuchado que
los de la generación del 80 hemos tenido las cosas muy fáciles, que la juventud
no ha tenido que luchar por nada, que los movimientos revolucionarios se
acabaron con la postura reaccionaria de los hippies de los 60… ¡Dios mío! ¿Nos
tocará como contrapartida salir a las calles a luchar por un salario justo, por
las dignas ocho horas de trabajo, por la asistencia sanitaria y por una
educación sin discriminaciones?... ¿Se encargarán de hacerlo por nosotros, como
siempre, nuevos “Zola”?... ¿O esto es sólo, también, una medida de crisis?...”
En fin, en esto estamos justamente.
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Tonucci
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Hace
unos días una visita de inspección en el instituto nos trajo los resultados en
estadística de una prueba que ellos llaman “diagnóstica”. Desde que se realiza
en los centros de secundaria hemos presentado nuestra oposición, tanto por el
contenido como por la forma de la misma. Nunca se han atendido nuestras
propuestas; nunca ha existido voluntad de evaluación y reflexión. Algunos de
mis compañeros me dicen que me tomo este tema como un asunto personal y quizá
demasiado en serio. Son ciertas las dos cosas, y alguna más.
La Terapia
Gestalt lo trataría como uno de mis asuntos inconclusos. Por otro lado, es una
percha ideal donde colgar “el traje del emperador”.
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Frida
Kahlo
|
No
es fácil retomar como nuestros los monstruos que proyectamos en situaciones de
la vida. Reconozco que hoy no quiero mirar el que se esconde tras la cara de la
estadística. No quiero rescatarla y, quizá, tampoco quiera rescatarme a mí
misma de ella. Quizá vivir cautiva le otorga la fuerza de la pasión; quizá es
el alimento de su fiereza; quizá no es más que el envoltorio del delirio…
Por eso cuando
decidimos cerrar los ojos a lo que somos, también los cerramos a las cosas tal
y como son.

Que pretendamos
dirigir nuestra vida o encontrar las señales del camino en el proceso del
desarrollo humano (incluyendo la gran paradoja de la integración
dependencia/individualidad, que conlleva la vida) utilizando como estandarte la
estadística, me parece, como mínimo, arriesgado.

A
menudo no me extraña escuchar decir a los filósofos que todo fue escrito en la
Época Clásica. En un intento de entender en qué consiste la epigenética, sin
tener suficientes conocimientos sobre genomas y fenotipos, descubrí que
Aristóteles (384-322 a.C.) ya planteó la controvertida creencia de la
epigénesis.
Por otro lado,
también en la antigua Grecia, que ahora está tan denostada, Platón (427-322 a.
C.) en el VII libro de La República, utilizó la alegoría de la caverna para
exponer su teoría epistemológica. Escuchando las pretensiones de algunos
“a-gentes “ “educativos” que pretenden coronar la estadística como base de sus
teorías epistemológicas, me pregunto qué diría Platón al respecto. ¿Qué cadenas
son las que nos atan el cuello y las piernas para que sólo podamos mirar al
fondo de la caverna, sin poder girar la cabeza? ¿Quién enciende la hoguera que
proyecta las imágenes que vemos?
A
menudo tomamos por ciertas todas las sombras proyectadas, y no siempre estamos
encadenados. No siempre resulta fácil afrontar el camino que conduce a la edad
adulta, y la estadística ofrece imágenes y sombras con las que preferimos
identificarnos. Es cierto. Y comparto el miedo al crecimiento con los “agentes
educativos”, con los docentes y con los adultos. No obstante, también comparto
con los niños y adolescentes, que están creciendo, la caverna, y puedo darles
la oportunidad de aflojar sus cadenas para que ellos decidan si quieren darse
la vuelta, sin que ello suponga que yo abandone las mías o que les reclame un
rescate.
“De devociones absurdas
y santos amargados, líbranos, Señor”.
Santa
Teresa de Jesús
Como
decía al comienzo, hay cosas que me las tomo personalmente, sin duda. Esto aún
forma parte de mi pequeño (o gran) repertorio de cadenas. Y por ello aún no me
siento con fuerzas de darme la vuelta y mirar qué realidad se esconde tras la
imagen que refleja la estadística. Sin embargo, no quiero negar esa oportunidad
a los niños y adolescentes con los que trabajo, vivo, sobrevivo y crezco.
Como he dicho en
otras ocasiones, todas las palabras muestran resquicios donde enganchar
mosquetones de rescate, pero el montañero no siempre se aventura en toda roca.
PARTICIPACIÓN
Si quieres,
puedes escribir tus aventuras con la estadística. ¿Podemos rescatarla?
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