CAJÓN DE SASTRE: De utopías y “bolis” Bic, por Raúl Molina – Agosto 2012




“Surburb”, Alex Andreyev

Antonio Machado muere en 1939 en Collioure tras cruzar la frontera hacia el exilio, Federico García Lorca es asesinado en 1936, los poetas que comienzan su carrera antes de 1920, como Juan Ramón Jiménez o Enrique Díaz-Canedo, marchan al exilio junto toda la Generación del 27, salvo Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso. El panorama poético es, por tanto, desolador. Sin embargo, la poesía, en tanto voz del ser, no puede ser callada y necesita contar todo aquello que atormenta o agrada. Entre las ciudades destruidas y las vidas de millones de personas cortadas de raíz renacen los versos para dar lugar a dos grandes tendencias a las que Dámaso Alonso bautizó como “Poesía Arraigada” y  “Poesía Desarraigada”.


De izquierda a derecha: Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales, Rodrigo Uría, Dionisio Ridruejo, Pedro Laín, Torrente Ballester y Antonio Tovar
Los poetas arraigados, como Luis Rosales, Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo o Luis Felipe Vivanco, entre otros que se agruparon en torno a la revista Garcilaso, se aproximan al ideario original de Falange, estableciéndose, durante los primeros años de posguerra, bajo el manto protector de la Dictadura. Su poesía recoge en las formas clásicas toda una serie de valores tratados desde el prisma de la tradición, como son el amor, el sentimiento religioso, la belleza de la vida y la naturaleza o la loa a la patria, para dar lugar a una visión del mundo coherente, ordenada y serena.


Yo quisiera cantar sencillamente…
(Dionisio Ridruejo, En la soledad del tiempo)

Yo quisiera cantar sencillamente,
pura y enormemente,
con la palabra tenue y resonada
con la terrible voz que es un murmullo.
(Fragor de los planetas que airadamente cruzan
y del que oímos menos que del llanto de un niño;
niño que quiere ser.
Llanto o risa de niño que goza eternamente
la luz de cada instante
y se oye como tromba en donde el tiempo suena.)
Yo quisiera cantar quedando dentro
–los hondos corazones y las conciencias lueñes–
como el mar en marinas caracolas
y que Dios aplicase al rumor sus oídos.



Arte poética
(Leopoldo panero, Papeles de Son Armadans)

Más que decir palabras, quisiera dar la mano
a un niño, hundir el pecho contra la espuma viva,
y estar callado, llena la frente de océano,
bajo un pino silente, palpitando hacia arriba.
Más que decir palabras, navegar en un llano
de espigas empujadas, ondeadas, donde liba
la inmensidad su jugo de noche de verano;
y en vez de soñar nombres que el viento los escriba.
Más que juntar canciones cogidas en la infancia
quisiera mis mejillas como un nido robado,
y el sabor de mis labios húmedos de ignorancia,
y la primera delicia del que nunca ha besado:
más que decir palabras ser su propia fragancia,
y estar callado, dentro del verso, estar callado…



El poeta
 (José García Nieto, Tregua)

Acanto, hijo de Antinoo, fue devorado por los caballos de su padre y metamorfoseado en pájaro.

Erraba sin sosiego… Nadie sabe…
Verde su corazón era, y ardía
coronando a la piedra. Le pedía
vecindades al sol, júbilo al ave.
Era un arco hacia Dios. La forma grave
espuma, vuelo, soledad se hacía,
y el sueño, el aire, el agua repartía,
sola estrella, fiel ala, incierta nave.
Corceles desbocados de la tierra
le pusieron la voz y el alma en guerra;
quedó el verso flotando sobre el ruido,
y, abajo, el hombre, en su mortal estrecho,
con una rosa abierta por el pecho
y en pájaro sonoro convertido.


Por otra parte, la Poesía Desarraigada se caracteriza por mostrar un mundo deshecho y caótico en el que la religiosidad está, necesariamente, cargada de desesperanza, siendo posibles solamente las imprecaciones a Dios para preguntarse sobre el misterio del dolor humano. A este tono trágico y existencialista le corresponde un estilo bronco, directo y sencillo que se aleja en muchos casos de los metros y formas tradicionales cultivados por los poetas arraigados. Dámaso Alonso dirá sobre esta vertiente poética: “Para otros, el mundo nos es un caos y una angustia, y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y ancla. Sí, otros estamos muy lejos de toda armonía y toda serenidad”. Sobre estos cimientos escribe Hijos de la ira en 1944, un poemario prototípico de este tipo de poesía en el que podemos encontrar el poema “Insomnio”:


Insomnio
(Dámaso Alonso, Hijos de la ira)

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?



Revista Espadaña
Junto a la obra del insigne filólogo madrileño, también se puede introducir en esta vertiente, tan vinculada a la revista Espadaña, la de otros grandes poetas como Carlos Bousoño, Vicente Gaos o José Agustín Goytisolo      

En 1954 Vicente Aleixandre, escribe Historia del corazón, cuyas ideas  se convierten en la primera piedra sobre la que se edificará la Poesía Social: tomar partido ante los problemas del mundo, solidarizarse con el resto de los hombres, utilizar la poesía como herramienta de cambio social y anteponer el contenido a la forma, lo que simplificará el lenguaje poético.


Vicente Aleixandre

El niño raro
(Vicente Aleixandre, Historia del corazón)

Aquel niño tenía extrañas manías.
Siempre jugábamos a que él era un general
que fusilaba a todos sus prisioneros.

Recuerdo aquella vez que me echó al estanque
porque jugábamos a que yo era un pez colorado.

Qué viva fantasía la de sus juegos.
Él era el lobo, el padre que pega, el león, el hombre de largo cuchillo.

Inventó el juego de los tranvías,
y yo era el niño a quien pasaban por encima las ruedas.

Mucho tiempo después supimos que, detrás de unas tapias lejanas,
miraba a todos con ojos extraños.


Blas de Otero
Al año siguiente los dos principales poetas sociales se suman a esta nueva tendencia: desde Guipúzcoa, Gabriel Celaya publica Cantos Íberos, en el que podemos encontrar el genial poema “La poesía es un arma cargada de futuro”, y desde Bilbao Blas de Otero logra sacar a la luz Pido la Paz y la Palabra. Ambos se convertirán en dos de los grandes poetas españoles del siglo XX, pero ahora vamos a centrarnos en el vizcaíno. En lugar de una biografía al uso, se puede conocer su vida a través de su siguiente poema:


Biotz-Begietan
(Blas de Otero, Pido la paz y la palabra)

Ahora
voy a contar la historia de mí vida
en un abecedario ceniciento.
El país de los ricos rodeando mi cintura
y todo lo demás. Escribo y callo.
Yo nací de repente, no recuerdo
si era sol o era lluvia o era jueves.
Manos de lana me enredaran, madre.
Madeja arrebatada de tus brazos
blancos, hoy, me contemplo como un ciego,
oigo tus pasos en la niebla, vienen
a enhebrarme la vida destrozada.
Aquellos hombres me abrasaron, hablo
del hielo aquel de luto atormentado,
la derrota del niño y su caligrafía
triste, trémula flor desfigurada.
Madre, no me mandes más a coger miedo
Y, frío ante un pupitre con estampas.
Tú enciendes la verdad como una lágrima,
dame la mano, guárdame
en tu armario de luna y de manteles.
Esto es Madrid, me han dicho unas mujeres
arrodilladas en sus delantales,
éste es el sitio
donde enterraron un gran ramo verde
y donde está mi sangre reclinada.
Días de hambre, escándalos de hambre,
misteriosas sandalias
aliándose a las sombras del romero
y el laurel asesino. Escribo y callo.
Aquí junté la letra a la palabra,
la palabra al papel.
..............................Y esto es París,
me dijeron los ángeles, la gente
lo repetía, esto es París. Peut-étre,
allí sufrí las iras del espíritu
y tomé ejemplo de la torre Eiffel.
Esta es la historia de mi vida,
dije, y tampoco era. Escribo y callo.


Tras dos libros menores, en 1950 publica Ángel fieramente humano y en 1951 Redoble de conciencia, dos poemarios que se insertan, en parte, en la vertiente desarraigada, tanto temáticamente, pues plasman los problemas existenciales, personales y religiosos del poeta, como formalmente, ya que el estilo utilizado es claro y sencillo.


Lo eterno
 (Blas de Otero, Ángel fieramente humano)

Un mundo como un árbol desgajado.
Una generación desarraigada.
Unos hombres sin más destino que
apuntalar las ruinas.
Rompe el mar
en el mar, como un himen inmenso,
mecen los árboles el silencio verde,
las estrellas crepitan, yo las oigo.
Sólo el hombre está sólo. Es que se sabe
vivo y mortal. Es que se siente huir
- ese río del tiempo hacia la muerte -.
Es que quiere quedar. Seguir siguiendo,
subir, a contra muerte, hasta lo eterno.
Le da miedo mirar. Cierra los ojos
para dormir el sueño de los vivos.
Pero la muerte, desde dentro, ve.
Pero la muerte, desde dentro, vela.
Pero la muerte, desde dentro, mata.
...El mar -la mar-, como un himen inmenso,
los árboles moviendo el verde aire,
la nieve en llamas de luz en vilo...



Hombre
(Blas de Otero, Ángel fieramente humano)

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!


En parte y solo en parte, como se ha dicho más arriba, se ubican en la poesía desarraigada, pues hay algo que los hace diferentes: el primer paso del yo desarraigado al nosotros social en algunos de los poemas. Al fin y al cabo, el propio Blas de Otero dice en 1950: “Creo en la poesía social, a condición de que el poeta (el hombre) sienta estos temas con la misma sinceridad y la misma fuerza que los tradicionales”. En el siguiente poema se aprecia claramente este paso:


Hijos de la tierra
(Blas de Otero, Redoble de Conciencia)

Parece como si el mundo caminase de espaldas
hacia la noche enorme de los acantilados.
Que un hombre, a hombros del miedo, trepase por las faldas
hirsutas de la muerte, con los ojos cerrados.

Europa, amontonada sobre España, en escombros;
sin norte, Norteamérica, cayéndose hacia arriba;
recién nacida, Rusia, sangrándole los hombros;
Oriente dando tumbos; y el resto, a la deriva.

parece como si el mundo me mirase a los ojos,
que quisiera decirme no sé qué, de rodillas;
alza al cielo las manos, me da a oler sus manojos
de muertos, entre gritos y un trepidar de astillas.

El mar, puesto de pie,
le pega en la garganta con un látigo verde;
le descantilla; de repente,
echando espuma por la boca le muerde.

Parece como si el mundo se acabase, se hundiera.
Parece como si dios, con los ojos abiertos,
a los hijos del hombre los ojos les comiera.
(No le bastan -parece- los ojos de los muertos.)

Europa, a hombros de España, hambrienta y sola;
los estados de América, saliéndose de madre;
la bandera de Rusia, oh sedal de ola en ola;
Asia, la inmensa flecha que el futuro taladre.

¡Alzad al cielo el vientre, oh hijos de la tierra;
salid por esas calles dando gritos de espanto!
Los veintitrés millones de muertos en la guerra
se agolpan ante un cielo cerrado a cal y canto.



Pido la paz y la palabra
La entrada definitiva en los dominios de lo social se materializa en 1955 con la aparición de Pido la paz y la palabra, poemario en el que desde los postulados marxistas se dirige a la sociedad para hablar de los problemas colectivos caminando sobre el borde del precipicio de la censura. En “A la inmensa mayoría” el poeta habla de este importante paso:




A la inmensa mayoría
(Blas de Otero, Pido la paz y la palabra)

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.
Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.
Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad.  Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.


Blas de Otero entiende que la poesía forma parte del pueblo, pues del pueblo nace y al pueblo va; es creada en soledad por la mano trémula de un poeta para llegar al mar de lo social y contaminar a los lectores de espíritu crítico:


Con nosotros
(Blas de Otero, Pido la paz y la palabra)

(Gloireta de Bilbao)

En este Café
se sentaba don Antonio
Machado.
Silencioso
y misterioso, se incorporó
al pueblo,
blandió la pluma,
sacudió
la ceniza,
y se fue ...


Ese pueblo receptor es la España dicotómica de la que Machado advertía a aquel españolito “que quiere / vivir y a vivir empieza”. Parte de la obra de Blas de Otero está dedicada a una España, “Madre y maestra mía”, sesgada por una dictadura y que debe hacer “Respirable tu extraña / paz”.


Hija de Yago
(Blas de Otero, Pido la paz y la palabra)

Aquí, proa de Europa preñadamente en punta;
aquí, talón sangrante del bárbaro Occidente;
áspid en piedra viva, que el mar dispersa y junta;
pánica Iberia, silo del sol, haza crujiente.
Tremor de muerte, eterno tremor escarnecido,
ávidamente orzaba la proa hacia otra vida,
en tanto que el talón, en tierra entrometido,
pisaba, horrible, el rostro de América adormida.
¡Santiago y cierra España! Derrostran con las uñas
y con los dientes rezan a un Dios de infierno en ristre,
encielan a sus muertos, entierran las pezuñas
en la más ardua historia que la Historia registre.
Alángeles y arcángeles se juntan contra el hombre.
Y el hambre hace su presa, los túmulos su agosto.
Tres años y cien caños de sangre Abel, sin nombre…
(Insoportablemente terrible es su arregosto.)
Madre y maestra mía, triste, espaciosa España,
he aquí a tu hijo. Úngenos, madre. Haz
habitable tu ámbito. Respirable tu extraña
paz. Para el hombre, Paz. Para el aire, madre, paz.


Pese al paso hacia el nosotros, lo existencial no queda abolido del poemario, aunque sí absorbido por el aura social. El yo poético ha sufrido un cambio: es uno y, además, es todos.



Juicio final
(Blas de Otero, Pido la paz y la palabra)

Yo, pecador, artista del pecado,
comido por el ansia hasta los tuétanos,
yo, tropel de esperanza y de fracasos,
estatua del dolor, firma del viento.
Yo, pecador, en fin, desesperado
de sombras y de sueños: me confieso
que soy un hombre en situación de hablaros
de la vida. Pequé. No me arrepiento.
Nací para narrar con estos labios
que barrerá la muerte un día de éstos,
espléndidas caídas en picado
del bello avión aquel de carne y hueso.
Alas arriba disparó los brazos,
alardeando de tan alto invento;
plumas de níquel. Escribid despacio.
Helas aquí, hincadas en el suelo.
Este es mi sitio. Mi terreno. Campo
de aterrizaje de mis ansias. Cielo
al revés. Es mi sitio y no lo cambio
por ninguno. Caí. No me arrepiento.
Ímpetus nuevos nacerán, más altos.
Llegaré por mis pies -¿para qué os quiero?-
a la patria del hombre: al cielo raso
de sombras ésas y de sueños ésos.


En este sentido, Blas de Otero va un paso más allá: el hombre, en tanto ser individual, está abocado a la muerte, pero como parte del pueblo, es capaz de hacer inmortales las palabras pronunciadas. Aquí reside, para él, la poesía.


(Blas de Otero, Pido la paz y la palabra)

...porque la mayor locura que puede
hacer un hombre en esta vida es
dejarse morir, sin más ni más...
SANCHO
(Quijote, II cap. 74.)
1

Me llamarán, nos llamarán a todos.
Tú, y tú, y yo, nos turnaremos,
en tornos de cristal, ante la muerte.
Y te expondrán, nos expondremos todos
a ser trizados ¡zas! por una bala.

Bien lo sabéis. Vendrán
por ti, por ti, por mí, por todos.
Y también
por ti.

(Aquí no se salva ni dios, lo asesinaron.)

Escrito está. Tu nombre está ya listo,
temblando en un papel. Aquél que dice:
abel, abel, abel...o yo, tú, él...

2

Pero tú , Sancho Pueblo,
pronuncias anchas sílabas,
permanentes palabras que no lleva el viento...


Cuatro años después, en 1959, aparece publicado en París En castellano, un poemario en el que continúa ahondando sobre lo social, centrándose en la situación de España:


Puente de la segoviana
(Blas de Otero, En castellano)

No quiero,
no quiero mirar España
Debajo de ti.
Puente de la Segoviana,
encima de ti me pongo
por ver cómo corre el agua…


En este libro es muy interesante una brevísima poética que pretende dar la clave formal de esta etapa de su escritura:


Poética
(Blas de Otero, En castellano)

Escribo
Hablando



Que trata de España
Ya en 1964,  también en París, ve la luz Que trata de España, en el que de nuevo vuelve por las preocupaciones sociales, mostrando a España en tres niveles: primero su pasado histórico, negándolo por el fracaso de las antiguas concepciones del mundo y por la escasa libertad que tenía el hombre por culpa de una religiosidad extremista; segundo el presente del poeta, en el que el yo poético se sitúa para mostrar los conflictos y problemas de la sociedad, así como para predicar su propia doctrina de salvación a través de la poesía; en tercer lugar, aparece el futuro utópico, una ilusión a la que se quiere llegar a través del esfuerzo que se pretende realizar en el presente.


Por venir
(Blas de Otero, Que trata de España)

Madre y madrastra mía,
España miserable
y hermosa. Si repaso
con los ojos tu ayer, salta la sangre
fratricida, el desdén
idiota ante la ciencia,
el progreso.
Silencio,
laderas de la sierra
Aitana,
rumor del Duero rodeándome,
márgenes lentas del Carrión,
bella y doliente patria,
mis años
por ti fueron quemándose, mi incierta
adolescencia, mi grave juventud,
la madurez andante de mis horas,
toda
mi vida o muerte en ti fue derramada
a fin de que tus días
por venir
rasguen la sombra que abatió tu rostro.



Hojas de Madrid con la Galerna
A partir de 1965 va  renovar el lenguaje poético sin abandonar del todo las preocupaciones humanas y políticas que definen su poesía anterior. Muchos de los poemas de estos años han sido desconocidos hasta la publicación en 2010 de Hojas de Madrid con La Galerna. Gracias al trabajo de Sabina de la Cruz y de Mario Hernández, se han dado a conocer estos poemas invisibles que permiten poner “punto y final” a la obra del poeta bilbaíno. En las siguientes dos composiciones se pueden observar las características que hemos mencionado al principio de este párrafo:


Túmulo de gasoil
(Blas de Otero, Hojas de Madrid y la Galerna)

Hojas sueltas, decidme, que se hicieron
los Infantes de Aragón, Manuel Granero, la pavana
para una infanta,
si esta Madrid iluminado como una diapositiva
y sólo en este barrio saltan, ríen, berrean setenta o
setenta y cinco niños
y sus mamas ostentan senos de Honolulú, y pasan
muchachas con sus ropas chapadas,
faldas en microsurco, y manillas brillantes y sandalias
de purpurina,
hojas sueltas, caídas
como Cristo contra el empedrado, decidme,
quién empezó eso de cesar, pasar, morir,
quién invento tal juego, ese espantoso solitario
sin trampa, que le deja a uno acartonado,
si la plaza de Oriente es una rosa de Alejandría,
ah Madrid de Mesonero, de Lope, de Galdós y de
Quevedo,
inefable Madrid infectado por el gasoil, los yanquis y
la sociedad de consumo,
ciudad donde Jorge Manrique acabaría por jodernos a
todos,
a no ser porque la vida está cosida con grapas de
plástico
y sus hojas perduran inarrancablemente bajo el rocío
de los prados
y las graves estrofas que nos quiebran los huesos y los
esparcen
bajo este cielo de Madrid ahumado por cuantos años
de quietismo,
tan parecidos a don Rodrigo en su túmulo de terciopelo
y rimas cuadriculadas.

        

Tiempo
(Blas de Otero, Hojas de Madrid y la Galerna)

Hoy es domingo y por eso
decía César Vallejo por eso
escucho a Bob Dylan me hundo en el fondo del
subconsciente buceo
a ojos cerrados y todo aparece diáfano como la
armónica de Bob tantos años abatidos
furia del ángel fieramente humano contra las altas olas
yo dije España está perdida dentro de su nombre
llame a la paz con los labios desgarrados
pero hoy es domingo y por eso
me serené como una verónica de Gitanillo de Triana
seccioné mi angustia la guillotiné en despiadados versos
pero hoy es domingo y por eso
a lo lejos ya vuelve la galerna
la espero a pecho descubierto
pecho como la guitarra de Bob Dylan
porque hoy es domingo y por eso.


Con estas obras, Blas de Otero en particular y la generación social en general trataron de cambiar la manera que tenía la sociedad de ver el mundo, de forma que pudiera realizarse un cambio de rumbo que mejorara la situación del pueblo. Sin embargo, apenas conseguían hacer llegar sus reivindicativos versos a ese pequeñísimo porcentaje de la población que se interesa por la poesía. Solo a ellos conseguían abrirles los ojos ante aquello que día a día sucedía delante de sus narices. A su vez, durante estos años, la dictadura se asentaba más y más en España y la gente se iba amoldando, hasta el punto de llegar a aceptar borreguilmente ese no tan nuevo orden de cosas. Frente a esto, ellos solo tenían el incipiente y recientemente creado “boli” Bic que arrastrado por sus manos iba dejando sobre un folio renglones técnicamente llamados versos, además de unos arraigados ideales marxistas tan utópicos como aquello que pretendían conseguir con la poesía.

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