Palabras de mala prensa - Regateo - María Elena Picó Cruzans – Marzo 2012
Palabras de mala prensa
Regateo
María Elena Picó Cruzans– Marzo 2012
Ya he citado en alguna otra ocasión estas palabras de Fritz Perls:
“Aprender no es más que descubrir que algo es posible. Enseñar es
mostrarle a alguien que algo es posible”.
Existen muchas formas de aprender. Una de ellas es, sin duda, viajar;
encontrarte en su contexto lo que puede ser descubierto.
Otra manera de aprender es dejarse prender por la vida. Alejandro
Jodorowsky en el prólogo a su libro “Todas las piedras” dice:
“Abatí los límites entre poemas y aforismos, para hacerlos progresivamente
más compactos, hasta alcanzar la consistencia de un pedrusco.
Durante 500 días, cada mañana, busqué escribir, con el mínimo de palabras,
un sentimiento o un pensamiento que me ayudara a soportar mejor los embates de
ese sueño implacable que llamamos realidad.
Sin estas exiguas líneas brillando sobre las tinieblas, no habría podido
continuar viviendo. De piedra en piedra me fui forjando un camino en el pantano.”
En muchos países y culturas es muy habitual la técnica del regateo. Quiero
rescatar el “regateo” de mí misma, de mis propios prejuicios y xenofobias. Y
quiero rescatar el “regateo” de las mezquindades de occidente, de la Europa que
vivimos.
En algunos lugares no regatear es tomado incluso como un insulto. (Como
mínimo es no tener la posibilidad de poder comprar algo).
El regateo persiste donde perdura el trabajo artesanal o cierta actitud
nómada calé. A medida que vamos perdiendo cercanía y vínculo entre el producto
y el vendedor, va disminuyendo el regateo. A medida, pues, que vamos perdiendo
el valor de lo que tenemos y de lo que somos para ofrecer.
A mí siempre me ha resultado (y me resulta) difícil el regateo. Siento
como que para ello es necesario cierto desapego con el objeto. Es por ello que
rescatar esta palabra me reconcilia con una parte de lo que soy y que suelo
dejar olvidada en algún rincón de mí misma.
Paradójicamente, para rescatar el “regateo” tengo que transitar, pues, por
mi parte más empática y conservadora, y por mi parte más desapegada y libre.
Sólo en este tránsito consigo darme cuenta de que el regateo implica un vínculo
muy profundo con el objeto, todo lo profundo que nos permite el no sentirnos
dueños, sino mediadores. En cierto modo es como si la actitud del regateador
fuera fundamentalmente generosa. Es el desapego que sólo puede surgir cuando
aprecias el valor de lo que tienes, y eres consciente de que puede pertenecerte
su materia, pero no su alma. En una ocasión mi hermano me dijo que había
algunas personas que creían que él no valoraba las cosas porque no le costaba
desprenderse de ellas. Con mi hermano he aprendido mucho sobre la generosidad y
el regateo. Y no es casualidad que mi hermano sea un artesano. Nadie como aquel
que transforma la materia con sus
propias manos puede ser consciente de su valor, y puede desprenderse de ella
porque sabe que en el fondo no le pertenece.
“No me agradezcas.
Lo que te he dado
me ha sido dado
sólo para ti.”
Jodorowsky,
“Todas las piedras”
El regateo nos ayuda a poner precio a nuestros deseos y necesidades.
“Piensas una cosa
deseas otra
amas otra
haces otra cosa”.
Jodorowsky,
“Todas las piedras”
En nuestra sociedad occidental, europea, apenas existe el regateo. Existen
rebajas, recuperaciones, reparaciones, rescates, restituciones, recursos,
residuos, resentimientos, resarcimientos y recortes… pero se ha perdido (o
restringido a ámbitos cercados) la técnica del regateo: hemos perdido el
contacto con lo que tenemos para ofrecer (para “vender”) o para hacer
“transacciones”; nos hemos desvinculado del precio de nuestros deseos y de
nuestras necesidades (en ocasiones ni siquiera distinguimos entre deseos y
necesidades). El regateo ha desaparecido en aquellas partes del mundo donde el
precio del tiempo de regateo es mayor que la ganancia de la venta en sí misma.
Ha desaparecido en aquellos lugares donde los relojes presiden nuestras horas.
Piensa esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno
florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te regalan solamente el
reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena
marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo
picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan –no lo
saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y
precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a
tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te
regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle
cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan el miedo de perderlo, de que
te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la
seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a
comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el
regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Julio Cortázar,
“Historias de cronopios y de famas”
La palabra “regateo” sufre en nuestra sociedad algo similar a lo que sufre
la palabra “cuento”: hemos ido relegando
de algunas palabras los valores connotativos que se contraponen a valores
pragmáticos o mercantilistas. Somos lo que valemos, y valemos lo que
producimos. Y además queremos que los resultados sean rápidos, visibles y
cuantificables. No nos queda tiempo para regateos ni para cuentos.
Dice Anthony de Mello que “la distancia más corta entre un hombre y la
verdad es un cuento”. Es posible que el hombre actual reniegue de los cuentos
porque no puede/quiere enfrentarse a la verdad. Es posible que el hombre actual
desista de regatear porque ha perdido el contacto con el valor verdadero de las
cosas y de su tiempo. No sé. Mis alumnos
cuando hago estos comentarios me dicen: ¡Ya estamos con las reflexiones! Y yo
sonrío sin dejar de pensar en ello.
“Fijas la atención en una piedra:
encuentras el amor y el milagro”.
Jodorowsky,
“Todas las piedras”
Podría decir que el cuento es uno de los recursos más valorados en la
terapia Gestalt, pero en el fondo creo que sería como no decir nada, ya que el
Cuento es en sí una terapia; quizá la primera en la historia del hombre. Y lo
mágico de esta terapia es que no necesita explicaciones; ni siquiera necesita
que creas en ella ni que te la creas. Es capaz de subsistir a pesar de los
envites de la vida y los rechazos de los hombres y las modas. Su acción
sanadora es ajena incluso a tu voluntad. Sólo tienes que acercarte a ella o
dejar que te roce. Lo demás es un regalo. Y, sobre todo, un consuelo saber que
la verdad permanece a salvo entre sus manos y en la distancia justa que puede
ser aprehendida por cada uno de nosotros.
Y es, sobre todo, por esta distancia “justa” por lo que quiero rescatar en
mí la actitud del “regateo”: darme el tiempo necesario para valorar el precio
de las cosas; darme la oportunidad para tomar conciencia de que lo que tengo no
es en esencia mío, aunque pueda disponer de ello; darle a mis manos la
posibilidad de entrar en contacto con la tierra… sin medirme en el tiempo; aceptar
el regalo y el milagro de las palabras.
Rubén.- ¡Es pavorosamente significativo que al cabo de tantos años nos
hayamos encontrado en un cementerio!
El Marqués.- En el Campo Santo. Bajo ese nombre adquiere una significación
distinta nuestro encuentro, querido Rubén.
Rubén.- Es verdad. Ni cementerio ni necrópolis. Son nombres de una
frialdad triste y horrible, como estudiar Gramática. Marqués, ¿qué emoción
tiene para usted necrópolis?
El Marqués.- La de una pedantería académica.
Rubén.- Necrópolis, para mí es como el fin de todo, dice lo irreparable y
lo horrible, el perecer sin esperanza en el cuarto de un hotel. ¿Y Campo Santo?
Campo Santo tiene una lámpara.
El Marqués.- Tiene una cúpula dorada. Bajo ella resuena religiosamente el
terrible clarín extraordinario, querido Rubén.
Rubén.- Marqués, la muerte muchas veces sería amable si no existiese el
terror de lo incierto. ¡Yo hubiera sido feliz hace tres mil años en Atenas!
Ramón del Valle-Inclán,
“Luces de Bohemia”
En un momento de “esperpentos”, quién sabe si nos rescatan las palabras.
En un mundo de imágenes, cómo sería dejarse rescatar por las palabras.
En un mundo de números, por qué no dejarse aprehender por una piedra.
No sigas las huellas
de fantasmas
que fingen tener zapatos.
Jodorowsky,
“Todas las piedras”
En todos mis artículos hasta ahora publicados ha aparecido una frase
repetida: “A veces una mancha, tan sólo es una mancha”. Voy a cambiar este
pequeño mantra. Seguirá en la esencia de mis artículos, pero he decidido
acogerme en esta nueva temporada a una frase de Santa Teresa de Jesús:
“De devociones absurdas y santos
amargados, líbranos, Señor”.
PARTICIPACIÓN
Envíanos tus “piedras” del camino.
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