CAJÓN DE SASTRE: La difícil tarea de establecer el canon: antologías, por Raúl Molina – Septiembre 2012
Giuseppe Arcimboldo,
“El bibliotecario”
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Las antologías poéticas, tal y como
hoy en día las entendemos, son libros de en los que se recopilan poemas de
diversos autores siguiendo unos criterios que el antólogo debe establecer al
inicio de la obra en cuestión. Estos florilegios no son inventos
contemporáneos, sino que existían ya en la Antigüedad Clásica, como es el caso
de la recopilación de epigramas de Meleagro de Gadara (S. II a.C.). También son
comunes en lengua castellana des de el siglo XV, cuando proliferan los
cancioneros y romanceros, como el Cancionero de Banea, recopilado por Juan de
Baena en 1445, en los que se recopilaba poesía popular, comúnmente anónima. En
este sentido, tan solo podemos citar una excepción: Flores de poetas ilustres
(1605) de Pedro de Espinosa, un compendio de piezas de diversos autores que
siguen unos criterios temporales. Este último es un claro ejemplo de lo que en
el siglo XX serán las antologías, no meras acumulaciones de poemas populares
que agradaban al gran público, sino verdaderas obras de arte, siempre que se
hagan bien, por supuesto, cimentadas en sólidas teorías.
En
primer lugar, las antologías son “el vehículo ideal para mantener informado al
lector de las más recientes manifestaciones poética que revistan importancia”
(Bayo, 1994: 308). Esto es, dos conceptos:
-La
utilidad: para que un lector tenga una visión de conjunto de un tipo de poesía,
de una época etc., recurre a una selección de poemas representativos
seleccionados meticulosamente, debemos suponer.
-La
cuestión temporal: Harold Bloom afirma en El canon occidental (1995: 40) que
“Poseemos el canon porque somos mortales”, es decir, necesitamos una selección
de la mejor literatura que se ha creado para dirigir nuestras lecturas a lo
largo de los X años que duren nuestras exiguas vidas. De la misma forma que el
canon, existe la antología: si queremos conocer las líneas poéticas de una
época, un autor, un grupo etc., es posible que debamos recurrir a los
florilegios debido a la gran cantidad de obras publicadas en relación al tema
del que queremos información.
Sin embargo, no considero que esto haya
sido, en este sentido, lo más importante en el siglo XX, ni creo que lo sea en
el XXI. Entonces ¿qué otra función tienen los florilegios? “la labor de escribir
la historia de la poesía española, y la de señalar autores y tendencias”
(Cullell, 2010: 55). Es decir, la fundación de las tradiciones de lectura, el
fortalecimiento de los grupos poéticos y la generación de un corpus de obras y
autores “clásicos”. En definitiva, la creación del canon literario.
El antólogo con poder –con los medios
de masas a su disposición- es, efectivamente, un creador de procesos
históricos: él elige quién transitará el camino de la historia, quién entrará
en la fiesta de la tradición y, por tanto, qué escritores acabarán, con el paso
de los años, siendo considerados como clásicos o canónicos. En suma, quiénes
acabarán con una fotografía y una página dedicada en los libros del instituto
de nuestros hijos. Brillante paradoja, sin duda, que el que tiene en su mano el
poder de decidir el futuro del estudio de la poesía puede no haber escrito
nunca un verso. En esta línea, viene al paso una cita de Sócrates: “Un gran
poder conlleva una gran responsabilidad” ¿Habrán sido responsables los
antólogos en los últimos 100 años o más bien se habrán convertido en Morias
contemporáneas que han hilado el destino de la poesía siguiendo razones
conscientemente subjetivas?
Dejemos, a partir de este punto, de
lado las “Antologías panorámicas generales” (Ruiz Casanova, 2007), que no son
obras que pugnen por hacer que determinados autores pertenezcan a la línea
canónica o que otros queden fuera de ella, sino que más bien son meras
compilaciones en que plasman un canon literario ya asentado sobre los cimientos
de la tradición o que tratan de informar de manera totalmente esquemática a los
lectores sobre algo en concreto (antologías diacrónicas generales, de época, de
un solo autor, “mejores poesías”, consultadas, temáticas…). Por tanto, y
continuando con la nomenclatura propuesta por Ruiz Casanova, las antologías que
nos interesan en la línea de este artículo son las “Antologías programáticas”
(Ruiz Casanova, 2007: 237), que a su vez podemos dividir en tres apartados: de
época, que reúnen la obra de autores coetáneos, relacionados o no entre sí; de
generación o grupo, que compilan la obra de poetas que pertenecen a una
determinada línea de producción, bien
pueden contribuir a crear la noción de generación (contemporáneas a la
vida poética de los miembros) o bien a fortalecerla (contemporáneas o
posteriores a la vida poética de los miembros); de jóvenes poetas, que aúnan la
poesía creada por aquellos que inician su andadura por el terreno de la
creación poética, bien siendo una mera presentación de autores de futuro o
bien, al igual que ocurría con las anteriores, con la pretensión de crear la
base generacional de una época futura a la publicación de la antología.([1])
A partir de este punto y con estos
presupuestos asumidos, el objetivo último de este trabajo va a ser mostrar las
principales “Antologías programáticas” del siglo XX, mostrando alguno de los
poemas en ellas incluidos e intentando averiguar qué objetivo persiguen los
compiladores con ellas.
Poesía española.
Antología
1915-1931, de
Gerardo Diego
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En
1932, Federico García Lorca ya había publicado el Romancero gitano, e incluso
Poeta en Nueva York; Rafael Alberti había sido Premio Nacional de Literatura en
1925 con Marinero en Tierra y cuatro años después saca a la luz Sobre los
ángeles; Vicente Aleixandre había deleitado con Ámbito y con el espectacular
poemario Espadas como labios… Por tanto, el reconocimiento ya había llamado a
la puerta de estos poetas. Sin embargo, faltaba unirlos bajo la etiqueta de una
generación. En este sentido el paso definitivo lo da Gerardo Diego en 1932
publicando en la madrileña editorial Signo Poesía española. Antología
1915-1931, en la que se recogen poemas de 17 autores: Unamuno, los Machado,
Juan Ramón Jiménez, Moreno Villa, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso,
Larrea, Gerardo Diego, García Lorca, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti,
Villalón, Emilio Prados, Luis Cernuda y Altolaguirre. ¿Qué supone esta
antología? Gerardo Diego sabe captar a la perfección el momento poético,
recogiendo autores ya consagrados totalmente como Antonio Machado o Juan Ramón
Jiménez que han servido de inspiración y de modelo para muchos otros, como
Prados, Cernuda o Altolaguirre en sus inicios como poetas. De esta forma, se
conjugan en la antología los poetas más jóvenes y junto a sus maestros,
ofreciendo una visión de conjunto de la que Salinas le dirá a Guillén: “Querido
Jorge, entramos en la Historia, Biografía, iconografía, selección. ¡Qué hermoso
anticipo de la muerte!” (Ruiz Casanova, 2007: 238). Efectivamente, la obra de
Diego marcó sus nombres con letras de oro en la historia.
Veinte años de poesía española.
Antología 1939-1959,
de José María Castellet |
A
partir de los años 60, el nombre de José María Castellet es el que más va a
aparecer gracias a tres trabajos. El primero de ellos es Veinte años de poesía
española (1939-1959), en el que hace un repaso a los grandes grupos poéticos:
Generación del 27, Generación del 36, Poetas de posguerra y sociales y
Generación del 50. Lo verdaderamente interesante de este punto es que supone
una primera toma de contacto con la generación del medio siglo (Jaime Gil de
Biedma, Caballero Bonald, Carlos Barral…). Claramente contribuye a la creación
de un espíritu de grupo, que reforzarán en años posteriores las famosas
antologías de Ribes Poesía última (1963) y Batlló Antología de la nueva poesía
española (1968).
Poesía social española
contemporánea. Antología 1939-1968,
de Leopoldo de Luis
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Estas
dos últimas son muy importantes porque marcan el final de dos corrientes: Poesía
última de Ribes incluye las voces que han comenzado a publicar en los años 50,
por ejemplo: Ángel González, que en 1963 había sacado ya a la luz Áspero mundo
o Grado elemental o Jaime Gil de Biedma, que ya había escrito dos de sus
grandes obras, Según sentencia del tiempo y
Compañeros de viaje, entre muchos otros. De esta forma, se pone en la
cúspide a estos poetas mientras se va perfilando el final de la corriente
social que hasta estos años había sido la más importante desde poco después de
la Guerra Civil. Digo que va perfilando el final, porque el verdadero desenlace
se da en 1969 con la publicación de la primera edición de La poesía social de
Leopoldo de Luis, en el que se recogen piezas de Blas de Otero, Gabriel Celaya,
José Hierro etc., poetas ya totalmente consagrados cuyas poéticas son
homenajeadas en este volumen como clausura de esta corriente. En cuanto a la de
Batlló, Antología de la nueva poesía española, marca el inicio del fin de la
dinastía del grupo del medio siglo.
Nueve novísimos poetas españoles,
de José María
Castellet
|
Nos encontramos en este momento en un
punto de inflexión. La corriente culteranista continua hasta 1980, año en el
que aparece la primera poesía de la experiencia basada en la obra de Cernuda y
Biedma. Mientras que tres años después es leído el manifiesto “La otra
sentimentalidad” por Javier Egea, Álvaro Salvador y Luis García Montero. Ambas
concepciones acaban uniéndose en una “súpercorriente” cuya poética resumió
Cernuda muchos años antes: “no tratando de dar solo al lector el efecto de mi
experiencia, sino conduciéndole por el mismo camino que yo había recorrido, por
los mismos estados que había experimentado y, al fin, dejarle solo frente al
resultado”. ¿Cuáles son las causas del éxito de la poesía de la experiencia? En
primer lugar, como dijo García Montero, los poetas de la experiencia se
encargan de escribir unas obras que no van dirigida exclusivamente a poetas,
sino que es consumible por cualquier persona con un nivel cultural medio-alto
debido, principalmente, al tratamiento del lenguaje que realizan. Esta
afirmación plantea numerosas cuestiones derivadas que sirven como crítica: ¿Por
qué, entonces, no fueron tan vendidos las obras de los poetas sociales si su
también eran, en cierta forma, sencillas de entender? En mi opinión, la segunda
de las causas es la más pertinente: Pierre Bourdieu habla del espacio natural
del artista para hacer referencia a todo aquello que afecta a las obras
literarias pero que no depende del escritor mismo, como por ejemplo la
editorial en la que se publique, quién es el editor, qué organismos críticos
están al alcance de la obra… En este sentido, Tortosa (2000) habla claro: “La
poesía de la experiencia se difunde con el apoyo del Ayuntamiento de Granada,
el PCE, IU, CCOO, Rafael Alberti y la revista Olvidos de Granada”. Sí, la
poesía mayoritaria en el panorama actual lo es porque se ha convertido en un
instrumento del poder. Ha entrado en las instituciones y tienen a su
disposición los medios de comunicación de masas. ¿Qué les permite esto? Llegar
a un público enorme, no solo a los lectores de poesía sino a otras personas
usualmente ajenas a este mundo; tener a su favor a la crítica mayoritaria del
país, ya que esta pertenece a los radios de acción en los que se mueven los
poetas; en definitiva, permite canonizar a estos autores.
El último tercio de siglo (1968-1998),
de José Carlos
Mainer
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Durante
los últimos veinte años, cientos de antologías son publicadas, la gran mayoría
de ellas en la línea de la poesía de la experiencia, de las que podemos
destacar La generación de los ochenta de José Luis García Martín o La
generación del 99: antología de la joven poesía española, del mismo autor, así
como las obras de José Carlos Mainer y Luis Antonio de Villena. En este
sentido, tal proliferación de florilegios facilita la entrada en el mundo de la
poesía a los autores noveles, que ven como sus obras son publicadas con
facilidad gracias a las instituciones, sin embargo, este momento tan propicio
de publicaciones provoca que poetas de valor queden sepultados entre cientos de
títulos sin interés. En palabras de Prieto de Paula (2007: 29), las antologías
se han convertido “en parte del problema que pretendían resolver, pues ellas
mismas necesitan ser pasadas por el cedazo de la selección”. ¿Habrá que hacer
una antología de antologías en el futuro?
Once poetas críticos
en la poesía española reciente,
de Enrique Falcón |
Sin embargo, no solo de poesía de la
experiencia vive el hombre, aun cuando está copa la gran mayoría de estanterías
de las superficies dedicadas a la venta de libros. Las otras corrientes
actuales tratan de darse a conocer entre la maraña de títulos “experienciales”. Tal es el caso de aquellos poetas llamados de
la conciencia o del silencio, un conjunto heterogéneo que aglutina nombres tan
variopintos como Antonio Orihuela, Antonio Méndez Rubio, Enrique Falcón o
Isabel Pérez Montalbán entre muchos otros. Son varios los trabajos importantes
en esta línea: hay que destacar las antologías dirigidas por Antonio Orihuela,
que desde 1999 hasta 2008 se publicaron de forma continuada (salvo en 2007)
como compendio de lo leído en los encuentros Voces del Extremo; otro volumen
importante es Once poetas críticos en la poesía española reciente, dirigida por
el polifacético Enrique Falcón y publicada gracias a Baile del Sol. A través de
estas obras, los poetas de esta línea tratan de hacer que los principio
poéticos que rigen sus obras lleguen al máximo número de lectores que, en su
mayoría, se encuentran en una situación de desconocimiento, debido a que la
amplia difusión de las obras de los poetas de la experiencia copa tal
porcentaje del mercado que hace imposible, prácticamente, dar a conocer nada
que no siga esa línea instrumentalizada por el poder. Como diría Darío, se
puede morir de hambre y cultivar el arte o bien morir de frío y subordinarse al
Rey Burgués.
BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA
BAYO,
Emilio (1994): La poesía española en sus antologías (1939-1989), Lleida, Pagès
Editors y Edicions de la Universitat de Lleida.
BLOOM,
Harold (1995): El canon occidental, Barcelona, Anagrama.
CULLELL,
Diana (2010): La poesía de la experiencia de finales del siglo XX al XXI,
Madrid, Devenir.
PRIETO
DE PAULA, Á. L. (2007): “Antologías poéticas entre dos siglos”, Ínsula,
721-722, pp. 29-31.
RUIZ
CASANOVA, José F. (2007): Anthologos: poética de la antología poética, Madrid,
Cátedra
TORTOSA,
Virgilio (2000): “De poe-lítica: el canon literario de los noventa”, en J.
Romero Castillo y Gutiérrez Carbajo, F. (eds.) Poesía histórica y (auto)
biográfica (1975-1999), Madrid, Visor, 65-77.
[1] Esta división tipológica
de las antologías la podemos encontrar en la obra de Ruiz Casanova citada en
este mismo párrafo.
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