TEMAS E IDEAS: En el desdén, por Ancrugon – Julio y Agosto 2012
Si
tan sólo una caricia
de
tus ojos consiguiera,
precio
digno de tal gloria
la
vida me parecería.
Si
con mortal puñalada
tu
rencor me hiriese un día,
por
padecer de tu mano
contento
sucumbiría.
Pero
lo que de seguro
va a
darme muerte angustiada
es
que para mí no seas
caricia
ni puñalada.
Leopoldo
Lugones
En
el desdén hay una gran cantidad de indiferencia, terrible palabra que ningunea
a quien la sufre, y una fuerte dosis de despego, horrible actitud que aboca a
la soledad, junto con ciertas cucharaditas, a gusto del consumidor, de
menosprecio, afilada cuchilla que hiere en lo más profundo de las entrañas, pues
el desdén es un plato frío que no agrada a ningún paladar y sólo sirve para
provocar el vómito de la venganza.
El
desdén es algo inútil ya que no eleva a quien lo ejerce y hiere a quien lo
recibe. No es productivo ni cotizable, simplemente es como esos rayos latentes
que, cayendo sobre un árbol, van consumiendo por lo oculto, sin muestra
exterior alguna, hasta que el incendio es inevitable y ya no hay otro remedio
que el olvido.
Sin
embargo, el desdén y el amor siempre caminan juntos, como tu sombra inevitable
en un día soleado, pues el uno provoca al otro, aun sin quererlo, cuando no hay
una correspondencia al sentimiento ofrecido. Y es que el desdén nace del miedo,
miedo al significado de las palabras, miedo a descubrirse desnudo ante los
sentimientos, miedo a verse tal como se es y no poder seguir fingiendo en el
eterno carnaval en que se convierte la cotidianidad.
Hay
quienes se refugian en el desdén como en una gruta cuando les descubre la
tormenta a campo descubierto, pero, cuidado, a veces se van internando en ella
y ya no pueden encontrar el camino de salida y así, por el resto de sus vidas,
vivirán en la oscuridad. Y allí, al ritmo de las gotas que supuran del techo de
roca, como el sudor de una agonía inventada, el desdén creará fantasmas que
acabarán por devorar la personalidad de quien lo engendró… y la felicidad huirá
en busca de otros horizontes con más luz, más color y mucha más alegría.
El
desdén no es nunca camino, ni tan siquiera llegada, simplemente es el cauce de
un río de limo que arrastra las inmundicias de las actitudes equívocas, y allí
no hay peces que hiendan las moléculas cristalinas, ni juncos que crezcan en
las riveras, ni cantos de aves locuaces que desafíen a la luz sobre ramas
tupidas de verde… ni tan siquiera encontraréis un estuario o delta donde se
funda con un océano en el que disimular su negrura, no, porque este río jamás
llega al mar ya que muere en sí mismo, como en un profundo abismo antesala de
las puertas del averno.
Así
quien desdeña sufre, pues en el desdén no habita el consuelo, y, sin embargo,
para quien lo recibe, al menos, le queda la esperanza… Pero para quien ofende,
el desdén y la esperanza no se llevan bien, digamos que se esquivan, como
cuando dos personas antagónicas se juntan en la misma calle y cada una elige
una acera diferente y miran en dirección contraria, y es que el desdén semeja a
una pelota que rebota y vuelve a su origen: quien desdeña, desdén recibe.
Cuando
alguien ofrece amor, ofrece un tesoro y no merece que nadie ensucie su regalo.
Por eso los dioses crearon el castigo de la soberbia, amiga íntima del desdén y
compañera inseparable de la soledad, y en las manos de esas personas, tal que
un rey Midas a la inversa, el oro se torna plomo y pesa, pesa, pesa…
El
desdén tiene su reino en los rincones más gélidos de la creación porque teme al
fuego de las pasiones, sin embargo, cuando alguna vez anida en las cálidas
entrañas de un ser humano, se convierte en piedra y duele como en un cólico
nefrítico hasta que logra ser expulsado y se pierde como algo insignificante en
las cloacas de las vanidades inútiles.
En
fin, el desdén, amigos, nació de la ignorancia y el egoísmo a imagen y
semejanza de un virus que para reproducirse necesita del material genético del
resto de los seres vivos y los consume hasta exterminarlos.
Cuando
la fuente se haya secado
construirás
palacios con la sed
Alejandro
Jodorowsky
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