PALABRAS DE MALA PRENSA: Hereje, por María Elena Picó Cruzans
Palabras de mala prensa
Hereje
María Elena Picó Cruzans – Abril
2012
Arcángel San Miguel
“-Tú me harás
desesperar, Sancho –dijo don Quijote-. Ven acá hereje: ¿no te he dicho mil
veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea, ni
jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas
y de la gran fama que tiene de hermosa y de discreta?”
Miguel de Cervantes,
“Don Quijote de la Mancha”,
II parte, capítulo IX
Cañón del Río Lobos (Burgos)
Cuando visitas lugares que fueron ocupados por
antepasados prehistóricos tienes una agradable e inquietante sensación de pisar
un lugar sagrado.
Sarlat (Dordoña, Francia)
Hace unos días he estado paseando por tierras de la
Dordoña francesa, por uno de esos lugares donde nuestros ancestros “eligieron”
vivir (o sobrevivir) y luego quedarse.
Los hallazgos arqueológicos en la región francesa de la
Dordoña aportaron el nombre de Cro- Magnon, aunque suele utilizarse entre los
historiadores y arqueólogos el nombre de Homo Sapiens del Paleolítico.
Sin entrar en concreciones exactas de datos,
que van ampliando o reformándose según nuevos descubrimientos arqueológicos, o
de fechas, que no nos lo permite la imprecisión de la prehistoria, podemos decir
que el Homo Sapiens habitó en Europa aproximadamente hace 45.000 años , y quizá
una de las cosas más sorprendentes ha sido descubrir que convivió (no se sabe
con certeza si hubo hibridación) con el Hombre del Neanderthal, al que
desbancó.
Estudiando y analizando los datos de la prehistoria
podemos considerar que nuestros
ancestros debieron ser esencialmente herejes, es decir, personas que se
apartaron de los dogmas y opiniones de
la “ortodoxia”; individuos que fueron desligándose de las antiguas tradiciones
y adaptándose a los nuevos cambios, tomando opciones.
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Quizá no fueran exactamente herejes; quizá no lo seamos
nosotros, 200.000 años después. Por lo menos, no en el sentido etimológico de
la palabra. En latín “hereticus” significa opción. Su origen se remonta al
griego “hairetikós”, que viene de “hairesis”: elección libre o toma de algo. La
etimología griega y latina siempre hace referencia al que elige, el que es libre
para elegir. No es hasta el S. IV, cuando el cristianismo se jerarquiza y
condena la libre elección en creencias y demás y obliga a aceptar sin más el
dogma establecido por la jerarquía, que la palabra “hereje” va tomando las
acepciones peyorativas que aparecen recogidas en el DRAE: como “desvergonzado,
descarado, procaz” o “dicho de algo grande, abundante o intenso: que resulta
desagradable, perjudicial o pernicioso”.
Si tomamos la
palabra “hereje” en su significado de origen, nos podemos plantear hasta qué
punto nuestros ancestros prehistóricos fueron herejes y si aun lo somos
nosotros. Son muchas las palabras que se han vertido sobre la libertad y los
determinismos, sobre la esclavitud, las tradiciones y las traiciones… Lo que sí
he pensado mientras disfrutaba estos días de la visita a la reproducción de la
Cueva la Lascaux y de los restos
arqueológicos en la Dordoña francesa es que nuestros ancestros se ocupaban en
sobrevivir y nunca se desentendieron (consciente o inconscientemente) de
crecer.
Actualmente los herejes se catalogan como “indignados”, como “anti-sistema”, “enemigos” o “vagos”, según
el nivel de conciencia del que los nombra. Aunque indignados y poetas siempre
los ha habido, y yo creo que nunca son malos tiempos para la lírica.
Dineros son calidad,
¡verdad!
Más ama quien más suspira,
¡mentira!
Cruzados hacen cruzados,
escudos pintan escudos,
y tahúres muy desnudos
con dados ganan condados;
ducados dejan ducados,
y coronas, majestad:
¡verdad!
Pensar que uno solo es dueño
de puerta de muchas llaves,
y afirmar que penas graves
las paga un mirar risueño,
y entender que no son sueño
las promesas de Marfira:
¡mentira!
Todo se vende este día,
todo el dinero lo iguala:
la corte vende su gala,
la guerra, su valentía;
hasta la sabiduría
vende la universidad:
¡verdad!
En Valencia muy preñada
y muy doncella en Madrid,
cebolla en Valladolid
y en Toledo mermelada,
Puerta de Elvira en Granada
y en Sevilla doña Elvira:
¡mentira!
No hay persona que hablar deje
al necesitado en plaza,
todo el mundo le es mordaza,
aunque él por leñas se queje,
que tiene cara de hereje,
y aun fe, la necesidad:
¡verdad!
Siendo como un algodón,
nos jura que es como un hueso,
y quiere probarnos eso
con que es su cuello almidón,
goma su copete, y son
sus bigotes alquitira:
¡mentira!
Cualquiera que pleitos trata,
aunque sean sin razón,
deje el río Marañón
y entre el río de la Plata,
que hallará corriente grata
y puerto de claridad:
¡verdad!
Siembra en una artesa berros
la madre, y sus hijas todas
son perras de muchas bodas
y bodas de muchos perros,
y sus yernos rompen hierros
en la toma de Algecira:
¡Mentira!
Luis de Góngora
En más de una ocasión he escuchado un dicho popular que
dice que “más vale perder un amigo que una tradición”. A los dichos populares
les tengo mucho afecto y creo que encierran grandes verdades. Éste en concreto
siempre me ha dado mucho qué pensar. Y sigo sin tener claro cuál es su mensaje,
si es que lo tiene, ya que, retomando la frase que repetí en mis escritos
anteriores: “A veces, una mancha tan sólo es una mancha”. Lo que sí que tengo claro es qué tipo de
tradiciones son las que me gustaría desterrar: todas aquellas que se han
quedado obsoletas en la apasionante y
difícil, a veces, tarea de sobrevivir, y las que producen
enquistamientos en la emocionante y paradójica, a veces, tarea de crecer. Como
ya entiendo que al hombre (el Homo Sapiens Sapiens) le resulta complicado
comenzar por actitudes, podríamos empezar por acciones simples. Por ejemplo, se
podría derrocar la “tradición” de que sean retratados los expresidentes del
Congreso de los Diputados. Mantener esta tradición en alguno de ellos nos
cuesta la friolera de 82.000 euros; con otros, un poco más herejes, ya sólo nos
cuesta 24.700 euros, al desbancar con gran osadía esta venerable tradición y
atreverse a cambiarla por otra más actual: la fotografía. (¡Luego dicen que del
arte no se puede vivir!).
“De devociones
absurdas y santos amargados, líbranos, Señor”.
Santa
Teresa de Jesús
A menudo quisiera disponer de la posibilidad de ser
hereje. Aunque ello suponga aceptar el peso de mi vulnerabilidad y de mis
errores, y también aceptar el respeto que debo al territorio sagrado que piso.
No sólo los restos arqueológicos han cautivado mi mirada
en la Dordoña. También las puertas abiertas de las iglesias francesas. Ambas
cosas me recuerdan que podemos entrar o salir fácilmente de lo sagrado y que
los espacios se confunden. En cualquier pueblecito puedes encontrar las puertas
abiertas de su iglesia. Y es algo que me ha sorprendido muy gratamente. Es una
muestra de generosidad, de apertura y de invocación.
Y me ha sugerido que podría ser más cuidadosa
con las puertas de mi iglesia, dejadlas abiertas el tiempo suficiente para que
la vida pueda entrar en ella, para que la vivencia sea posible… Ser hereje, de
vez en cuando: cuando me sienta con fuerzas para llevar mis culpas y asumir que
soy una persona adulta; cuando me sienta con fuerzas de respetar el territorio
sagrado que piso, y cuando me falten las fuerzas y elija el proceso de
rendirme…
Elegir. Ser hereje. Consciente de que cualquier decisión
puede ser válida y que lo importante no es lo elegido porque nada es lo
correcto. Dice María Colodrón que no hay elecciones “correctas”, sino “caminos
con precios”.
Elijamos. Seamos herejes. Sin olvidar que todo el suelo
que pisamos es un suelo sagrado.
Las puertas abiertas de las iglesias francesas me han
recordado que los espacios sagrados internos y externos se difuminan y
confluyen. La puerta es un lugar de encuentro y desafío; un lugar de
intercambio; el espacio propicio para la mediación, y la terapia. La puerta
abierta permite que entre la luz directa al recinto y no quede sólo el tornasol
de las vidrieras.
He aprendido de la Gestalt que la terapia puede ser la
puerta que nos proteja y nos defienda, y nos envuelva en el contagio y nos
diluya… La puerta que ofrezca espacios en nuestra vida, de mediación con lo
sagrado que somos.
Ya me ha ocurrido otras veces escribiendo estos artículos
que siento como que en realidad son las palabras las que vienen en mi rescate.
La herejía me rescata de los instantes de acidia y me devuelve a la vida,
aunque planee la sombra del fuego de la hoguera.
Otro gran periodo de herejía es el que
comienza con la Reforma Protestante de Lutero en el año 1517, y que provocará
el cisma de la Iglesia Romana de Occidente. El Protestantismo supuso grandes
cambios en el panorama social, económico e ideológico del momento. La Iglesia
“Romana” se apresuró a considerarlo herejía y su sistema particular de justicia
junto a los medios sociales del momento y la anuencia del pueblo procedieron a
quemar en la hoguera a todos los “herejes” que se atrevían a proclamar una
espiritualidad que no precisaba de los mediadores clericales. No obstante, la
Iglesia Romana debió considerar en la intimidad si no el boato, del que el
protestantismo renegaba, sí la propensión a considerar la bendición económica
como un acicate en la vida.
Curiosamente, también es en la zona de la Dordoña
francesa donde se sitúan las principales persecuciones de brujas desde la Edad
Media. Tierra de grandes herejes, pues. ¿Qué sería de nuestra historia sin
ellas?
Y tierra también de grandes e ilustres herejes nuestra
Piel de Toro. Tierra de brujas y encantamientos y bálsamos de Fierabrás.
En Navarra hay un grupo de “herejes” que constituyen la
Plataforma de Defensa del Patrimonio de Navarra, y que han publicado el libro
“Escándalo monumental”, donde denuncian el expolio que la Iglesia Romana ha
llevado a cabo durante años. Ellos no pueden ser sacrificados en la hoguera,
pero sí pueden ser velados por la aquiescencia de la justicia.
Vivimos ahora un momento de imposición de la
ortodoxia económica y de dictadura de déficits, donde cada vez se dificulta más
el camino de la apostasía y se consideran herejes todos los que nos sigan las
directrices que siguen marcando los que regentan el poder. No volvemos nuestra
mirada hacia las tragedias humanas; no queremos saber cómo se cultiva el
chocolate que disfrutamos en nuestras sobremesas y tentempiés, pero nos exalta
que los países que han permanecido a la servidumbre de los sistemas
capitalistas reclamen su porción de tarta. No queremos vivir la gran paradoja humana: no
queremos pensar que no podemos salvar la vida si salvamos sólo nuestra vida, y
que sólo si salvamos nuestra vida podemos salvar la vida.
“Lo que sé es que
hay que cultivar nuestro jardín”
Voltaire,
“Cándido”
La Justicia (Tarot de Visconti)
Conscientes de que, quizá, el siguiente camino nos lleve
a morir quemados en la hoguera, por atrevernos a vivir en paradoja.
“- Hermano
Cipriano, aún es tiempo –dijo al fin-. Reducíos y afirmad vuestra fe en la Iglesia.
Los
hombres silbaban. Cipriano entreabrió sus párpados hinchados y esbozó una
tímida sonrisa. Tenía la boca seca y la mente borrosa. Levantó la cabeza y miró
a lo alto:
- C…creo –dijo- en
la Santa Iglesia de Cristo y de los Apóstoles.
El padre Tablares
aproximó los labios a su mejilla y le dio la paz en el rostro:
- Hermano
–suplicó-, decid Romana, solamente eso os lo pido por la bendita Pasión de
Nuestro Señor.
La
gente se impacientaba. Sonaban silbidos e imprecaciones. Cipriano, con la nuca
apoyada en el palo, miraba reconocido al padre Tablares. Por nada del mundo
quería pecar de engreimiento. El verdugo les miraba impaciente, la tea en la
mano derecha, mientras el escribano, pluma en ristre, esperaba al pie del palo
la confesión del reo. Cipriano volvió a cerrar los ojos, a pedir una seña a
Nuestro Señor. Sintió el latido doloroso en el párpado y murmuró humildemente,
como excusándose por su obstinación:
- Si la Romana es
la Apostólica, creo en ella con toda mi alma, padre –musitó.
La cólera del pueblo exigiendo la
hoguera, la buena disposición del verdugo para complacerle, apremiaban al padre
Tablares que, en un impulso paternal, levantó la mano derecha y acarició la
mejilla del reo:
- Hijo, hijo, ¿por
qué has de poner condiciones en esta hora? –dijo.
La
angustia crecía en el pecho de Cipriano. Buscó una nueva fórmula que no le
traicionara, que expresara sus sentimientos y, al propio tiempo, diera
satisfacción al jesuita: unas tiernas palabras ambiguas.
- Creo en Nuestro
Señor Jesucristo y en la Iglesia que lo representa –dijo con un hilo de voz.
El
padre Tablares bajó la cabeza desalentado. No había más tiempo. Los
espectadores pedían a gritos el sacrificio: voceaban, brincaban, alzaban los
brazos. Los silbatos de los niños aturdían. El humo hacía llorar los ojos. Una
mujer gruesa comía buñuelos tranquilamente junto a Minervina. El padre
Tablares, consciente de su fracaso, descendió lentamente la escalerilla, vio a
Minervina sollozando junto al verdugo y a éste mirándole a él atentamente.
Entonces hizo la seña, un leve ademán con la mano derecha señalando la carga de
leña, sobre el burrajo. El verdugo arrimó la tea a la incendaja y el fuego
floreció de pronto como una amapola, despabiló, humeó, rodeó a Cipriano
rugiendo, lo desbordó. La multitud prorrumpió en gritos de júbilo cuando se
produjo la deflagración y enormes llamas envolvieron al reo. Señor, acógeme
–murmuró éste”.
Miguel Delibes, “El hereje”
Aquí os dejo la propuesta de una herejía actual: expuesta
por Christian Felber. Los herejes (ya desde el paleolítico) en el mundo siempre
han creído que existían otras alternativas…
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