CONVERSANDO CON ALICIA: Algo llamado inspiración, por Ancrugon – Mayo 2012
“No soy yo el que
piensa: son mis ideas las que piensan por mí”
Lamartine
Alicia
ha vuelto. Ya la creía perdida después de tanto tiempo sin saber de ella, pero
ayer se materializó ante mí tan maravillosa como siempre y me hizo la pregunta
más deseada en mis últimos tiempos “¿Podemos volver a tomarlo desde el punto en
que lo dejamos?” Y yo sólo pude responder: “¡Por favor!” Me juré no preguntar
nada de su marcha sin previo aviso, de su alejamiento, de mi abandono en el
laberinto desierto de mis conocimientos, tan desesperadamente inútiles para
estos menesteres, me lo juré y no lo cumplí, como siempre ocurre cuando te
planteas metas imposibles. Pero ella simplemente se limitó a esbozar una
sonrisa melancólica, que me partió el corazón, y a suplicarme en tono de
reproche: “¿Vas a volver a empezar?” Entonces me di cuenta que mi Alicia estaba
enamorada.
-
Pues tú dirás. – Repliqué intentando ser lo suficientemente ambiguo.
- Veamos… - Rebuscó en
su carpeta y sacó un folio donde había escrito las preguntas. – Hoy quiero que
hablemos sobre la inspiración.
- ¡Oh!, eso es tarea
fácil teniendo yo enfrente a mi propia musa. – Ella dejó brotar una débil
risita desganada.
- Digamos que la
inspiración habita en el inconsciente, de él se nutre, en él se desarrolla. La
inspiración es algo ilógico, no puede ser dirigida conscientemente, no se la
maneja, es ella la que nos domina cuando decide aparecer y nos absorbe con esa
obsesión enfermiza, con esa fiebre que nos abrasa y a la que sólo podemos
eludir creando, sacrificando nuestra realidad en su honor… - La miré fijamente
durante unos segundos y percibí un leve rubor en sus suaves y todavía tiernas
mejillas. – Por ejemplo, el amor es un cierto tipo de inspiración… ¿no te
habías dado cuenta?
- Pero, ¿de qué se
compone la inspiración? – Volvió a preguntar ignorando por completo mi pregunta
maliciosa.
- ¿Cómo definir
estructuralmente algo que es abstracto?... Sin embargo, te puedo asegurar que
en su composición tienen mucho que ver nuestras experiencias, nuestros sueños,
nuestros deseos, nuestros ángeles y nuestros fantasmas, pero, sobre todo,
nuestra memoria y ese lento pero constante germinar de palabras allá dentro de
nosotros mismos que una u otra vez tendrán que aflorar a la superficie.
- Muy poético. – Dijo
con sarcasmo. - Pero hay quien dice que la inspiración no existe, que lo
importante es el trabajo. ¿Qué opinas de eso?
- Ante la inspiración
hay dos actitudes totalmente enfrentadas, como ocurre siempre en la vida, unos
lo ven blanco y otros lo ven negro. Están los que la defienden y uno de los
primeros fue Platón quien, con su concepción del mundo de las ideas donde
aseguraba que al venir nuestra alma de allí, aprender algo era recordarlo. Pues
bien, en su libro Ion dice, a ver si me acuerdo… Sí, más o menos: “No
es por arte, sino por inspiración y sugestión divina por lo que componen
sus obras todos los grandes poetas.”
Otros incluso van más lejos y se consideran instrumentos en manos de
Dios, como Rilke, quien dijo: “Yo también
tengo una misión de Dios, soy ejecutor dócil y humilde de las órdenes que me
dicta.” Del otro lado están los que la atacan, aquellos que piensan que lo
único verdaderamente importante a la hora de crear una obra de arte es el
estudio y el trabajo y que la inspiración es una patraña. Entre estos estaba
Rodin, ya sabes, el escultor que hizo “El
pensador”.
- ¿Y tú qué piensas?
- Bueno, pues yo creo
que ambas cosas son caras de una misma moneda. Trabajar sin inspiración es un
buen negocio para las papelerías porque gastaremos paquetes y paquetes de
folios sin ningún sentido, pero estar inspirado y tumbarse a la bartola es algo
bastante inútil.
- Sí, creo que sí. –
Ríe mi ocurrencia y la atmósfera se llena de alegría pura y argentina que hace
brotar en mí una inspiración de cariño. - ¿Para estar inspirado hay que ser
libre?
-
La inspiración no conoce de barrotes ni corchetes, pero a la única prisión que
el creador debe temer es a sí mismo. Cualquier persona que posea un afán de
crear siempre será libre, a pesar de cárceles y demás tonterías. Pueden hacerte
callar, pero es imposible que te impidan pensar, siempre que sigas vivo, claro.
Para que te acuda la inspiración simplemente debes ejercitar cuatro acciones: ver, atender, evocar y
sentir.
- ¿A qué te refieres
con ver?... ¿No pretenderás que una persona ciega carece de inspiración?
-¡Por supuesto que no!
Con ver me refiero a percibir, a tener una referencia de lo que nos rodea, a
tener todos nuestro sentidos alerta porque se puede ver desde el olfato, o el
oído, o el tacto… ver es saberse vivo y participar de esa vida para poder
reconocer e identificar todo lo que forma parte de nuestra existencia.
- ¿Y atender?, ¿no es
prácticamente lo mismo?
- No. Si con ver
ponemos nuestros sentidos al servicio de la percepción, con atender nos
forzamos a identificar aquello que realmente vale la pena para fijarnos en
ello, para absorberlo, es como saber sacar el grano de la paja. ¿Comprendes?
-
Sí… sí… - Y busca en sus folios algo indefinido. – Aquí… - Dice, apartando una
hoja. – Aquí tengo unas palabras de Walter Benjamin sobre la evocación… Según
él la evocación y los recuerdos están íntimamente ligados y dice: “Quien empieza a abrir el abanico de los
recuerdos encuentra siempre nuevas piezas, nuevas varillas, y ahora el recuerdo
va de lo pequeño a lo microscópico.”
¿Es a esto a lo que te refieres con “evocación”?
- Exactamente, muy
adecuado. Los recuerdos nos condicionan y contar nuestros recuerdos siempre nos
produce cierto placer. Por eso las personas mayores son tan cuentistas y les
encanta contarnos sus batallitas y cosas de su tiempo, porque en el fondo
revivir lo pasado es una forma de volverlo a vivir.
- ¿Y la cuarta acción
era?...
- Sentir. – Ella toma
nota. – Los sentimientos son grandes fuentes de creatividad.
- ¿Quieres decir que
escribir puede ser un modo de catarsis?
- No exactamente. La
catarsis es simplemente un desahogo, sin embargo el ejercicio de la escritura
es un camino de ida y vuelta, pues lo que vaciamos en nuestras palabras nos
vuelve recargando nuestra emotividad. Estarás de acuerdo conmigo que tanto el
amor como el odio son dos poderosos motores de literatura.
- Sí, es cierto. ¿Pero
por qué es más fácil escribir cuando estás triste que cuando estás alegre?
- No estoy de acuerdo
con eso. Simplemente lo que ocurre es que cuando estás triste, escribir te
descarga, pero no creo que sea el mejor momento, simplemente es un estado más.
- Entonces debemos
buscar las motivaciones en los sentimientos.
-
No en exclusividad, pero pueden ser un buen punto de partida. Hay algunos
autores que escribieron sus mejores obras bajo los efectos de las drogas o el
alcohol y no voy a aconsejarte yo que hagas eso, seguramente también habrían
escrito buenas cosas sin esa “ayuda”, simplemente serían diferentes. Pero un
buen método para encontrar la inspiración es leer, dejarte acariciar por el
flujo de palabras que otras personas han creado, y leer de todo, incluso
aquellos géneros que no sueles practicar, porque de la lectura puede surgir el
milagro de la inspiración.
Alicia recoge sus hojas
y cierra la carpeta mirándome con una mirada de despedida. Yo me resigno
acostumbrado a distancias y a horizontes. Pero antes de incorporarse le
pregunto:
- ¿Qué es lo que has
sacado en concreto de esta conversación?
- Que sobre todo hay
una cosa muy clara. – Responde mientras se pone en pie. – No hay creación de la
nada.
Y Alicia se aleja una
vez más dejándome la promesa de la vuelta.
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