CAJÓN DE SASTRE: Nos lo dijo Dylan, por Raúl Molina - Noviembre 2012
“Ceci n’est pas une pipe”, de René Magritte
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“Ceci n’est pas une pipe”. “¡Qué gracioso Magritte!” Piensas la primera
vez que lo ves, pero cuando te pones a reflexionar descubres que ciertamente no
es una pipa, sino la representación en un lienzo de un objeto al que por
convención llamamos pipa, que bien pudo existir en el mundo de Magritte o bien pudo
estar tan solo en su mente, aunque tal distinción sea un poco irrelevante, en
el sentido de que tanto en un caso como en el otro el objeto queda filtrado por
la subjetividad del artista. A consecuencia de esto, podemos decir que no solo
no existe Una/La Realidad, sino que existen tantos modos de entenderla y
sentirla como seres con capacidad de percepción hay en el mundo, pero no solo
eso, pues tampoco podemos representarla de forma mimética a través de ningún
tipo de lenguaje. Al parecer, la mímesis, que tanta fuerza había ganado en el
siglo XIX, está en la UVI, y Magritte sabe plasmarlo a la perfección con un
simple dibujo y una frase acertada. Hasta la incipiente industria del cine se
va a contagiar de estas ideas, tan solo tenemos que echarle un vistazo a El
perro andaluz de dos jóvenes artistas prometedores como Luis Buñuel y Salvador
Dalí. Todo participa de estas ideas, el arte se hace abstracto, hasta tal punto
que Ortega y Gasset llega a hablar de la deshumanización del arte. Sin embargo
hay temas artísticos que no cambian mucho, como es el caso de la denuncia
social, que suele verse contagiada de intentos de representación que tienden a
lo que entendemos por mimético. No hace falta ir lejos para buscar ejemplos, ya
que el propio Buñuel recurre a un lenguaje más sencillo para criticar
fuertemente las duras condiciones de vida en la comarca extremeña de Las Hurdes
a través de un documental rodado allí durante 1932. Siempre que reflexiono
sobre este áspero mediometraje me hace “gracia” pensar en Buñuel, representante
de la alta cultura europea con sede en París, en medio de esas pequeñas y
extremadamente pobres aldeas españolas, rodeado de gentes que no tenían ni idea
de pipas, de “magrittes”, de realidades objetivas o subjetivas, de
deshumanizaciones del arte ni de nada por el estilo. Entonces me pregunto sobre
todo ello desde mi posición privilegiada de ciudadano del mundo
occidentalizado, con el estómago lleno y que asiste por las tardes a unas
clases en la Universidad de Valencia en la que hablamos sobre lengua y
literatura: ¿Qué relación hay realmente entre lenguaje y realidad?, ¿Es
necesaria, o mejor dicho, posible la
denuncia social a través del arte?, ¿Cómo hacerlo?, ¿Con qué tipo de lenguaje?,
pero sobre todo me pregunto ¿Qué distancia hay entre todas estas ideas y
representaciones artísticas y la clase trabajadora?, ¿Hay alguna posibilidad de
influir sobre ella? Esto trataré de contestarlo a través de poemas de uno de
los grandes de la vanguardia poética, César Vallejo, y de un importante
representante de la poesía española de denuncia social[1] actual, Antonio
Orihuela. La elección de ambos reside en el parecido entre el poema del peruano
“Un hombre pasa con un pan al hombro…” y el del onubense “Y si lo real fueran
los movimientos de masas:
César Vallejo
“Un hombre pasa con un pan al hombro”
Un hombre pasa con un pan al hombro
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?
Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?
Otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?
Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Bretón?
Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?
Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después del infinito?
Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?
Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?
Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?
Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?
Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?
Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?
Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no-yó sin dar un grito?
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?
Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?
Otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?
Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Bretón?
Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?
Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después del infinito?
Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?
Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?
Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?
Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?
Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?
Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?
Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no-yó sin dar un grito?
Antonio Orihuela
“Y si lo real fueran los movimientos de masas…”
Y si lo real
fueran los movimientos de masas
en automóvil
reguladas por
agentes de tráfico.
¿Dónde entonces
la lucha de clases?
Y si sufro por
los demás,
¿Con qué
derecho lo hago y cómo se lo digo?
Y si en vez de
luchar
nos duchamos.
¿Para cuándo la
limpieza de conciencia?
Y si otros se
llenan los bolsillos con tu vida.
¿Para cuándo un
roto y un descosido?
Y si el
profesional de la política
se mea en la
cara de la audiencia.
¿Para cuándo la
cistitis del pueblo?
Y en los
tiempos malos.
¿Cómo distinguir
el sol, la rosa, la gaviota,
la
multinacional y el banco
que se esconde
detrás de cada cosa?
Y si levantar
la cabeza
sigue siendo
políticamente incorrecto.
¿Levantar el
puño ?
Y si al poner
el telediario
sólo me sale
una banda tocando
a las
barricadas.
¿Llamar
rápidamente al 091?
Y si vamos de
derrota en derrota
hasta la
debacle total.
¿Renunciar ala
piedra que llevo en la mano?
Y si los
mejores han muerto
y los buenos
envejecido.
¿Apuntarme al
INSERSO antes de tiempo?
Y si después de
todo esto,
aún los
movimientos de masas
en automóvil.
¿Abandonar la
poesía
como vehículo?
Ya veis,
tengo todas las
preguntas.
La cuestión es
saber cómo andas tú sin ellas.
Trilce, de César Vallejo
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Para
comenzar, podemos afirmar la existencia de un lenguaje poético canónico que todos
tenemos asimilado y asentado en nuestra mente. Es curioso que sea muy difícil su
definición precisa, aunque sin embargo no lo sea tanto la distinción, pues lo
diferenciamos
perfectamente
de otros lenguajes diferentes y de otras variantes de él, lo que hace que
podamos definirlo por oposición a los dos grandes tipos de ruptura de él que se
pueden realizar:
En
primer lugar, la vanguardia va a tratar de quebrar con el canon y para ello va
a realizar una subversión lingüística produciendo una ruptura del lenguaje
literario basándose en el oscurecimiento de la forma y el contenido,
experimentación…, creando composiciones tan vistosas como los caligramas, o
estrofas tan originales como la siguiente, perteneciente al primer poema de
Trilce, del propio Vallejo:
Un poco más de
consideración
en cuanto será
tarde, temprano,
y se aquilatará
mejor
el guano, la
simple calabrina tesórea
que brinda sin
querer,
en el insular
corazón,
salobre
alcatraz, a cada hialóidea grupada.
Pero
también hay otra ruptura posible, contraria a la anterior, basada en el
prosaísmo y la transparencia, por lo que tiende a que el acto comunicativo
entre poeta y lector sea más natural y tenga mayores posibilidades de
realizarse correctamente. En este caso, podemos apuntar al último Vallejo de
Poemas humanos, en el que vemos la transición desde aquel lenguaje oscuro a uno
basado en el despojamiento de gran parte del ornamento retórico, lo que no le
impide viajar por la senda de la negación del canon. Ello lo podemos ver
claramente en “Un hombre pasa con un pan al hombro…” y en versos como los
siguientes de España aparta de mí este cáliz:
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Al igual que en el primer tipo de
ruptura, aquí tampoco podemos pensar que este lenguaje es solo propio del
primer tercio de siglo XX ni mucho menos, pues si hacemos un pequeño repaso a
la poesía española actual veremos que gran parte de ella basa sus poéticas en
postulados muy similares. Este es el caso de Antonio Orihuela, que articula su
obra alrededor de este tipo de lenguaje explotándolo hasta sus extremos, como
podemos comprobar en su poema anterior y también en el siguiente:
Junto a un
ruido de autobuses marchando,
permaneces.
En
este sentido, ambos transitan por un estilo a contrapelo de lo literario,
creando una poesía que no brota de los tropos ni del lenguaje artificioso, sino
que nace de la representación lo más directa posible del mundo:
César Vallejo
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Antonio Orihuela
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Un cojo pasa
dando e brazo a un niño
¿Voy,
después, a leer a Andre Breton?
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Y si los mejores han muerto
y los buenos han envejecido
¿apuntarme al IMSERSO antes de
tiempo?
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Todo este segundo tipo de ruptura, que
es la que nos interesa al centrarnos en estos poemas de Vallejo y Orihuela, la
podemos resumir en los dos versos de un poema de Blas de Otero que podemos
encontrar en su libro En castellano (1959) y cuyo título es “Poética”:
Escribo
hablando.
Llegado
a este punto debemos preguntarnos por qué se produce esta ruptura: En primer
lugar debemos fijarnos que el hilo conductor que une a los poetas anteriores
con sus creaciones es la denuncia social, y en la mayoría de ocasiones cuando
un escritor trata de plasmar a través de sus obras las injusticias sociales
recurre a un lenguaje más sencillo y comunicable, alejado de las metáforas y
demás elementos que oscurecen la forma por lo que aumenta el tiempo y la
dificultad en la percepción. De esta forma, el poeta trata de acercarse al
pueblo a través de un lenguaje que tiende a la mímesis de la realidad, eso sí,
siempre siendo conscientes de una idea de que la representación mimética de la
realidad es imposible de realizar a través de cualquier tipo de lenguaje por
varias razones: en primer lugar porque a través del lenguaje, en sentido
amplio, se establece un velo con la realidad que puede ser más o menos fuerte,
lo que nos traslada al terreno de Magritte y su famoso cuadro nombrado en la
introducción; en segundo lugar -y también pudiendo utilizar a Magritte aquí- porque, como también hemos apuntado al inicio,
no existe La/Una Realidad, sino que cada ser humano –y cada ser en general con
capacidad de percepción- tiene una apreciación propia y subjetiva de ella, por
lo que nos encontramos ante una experiencia de lo real en quiebra al existir
tantos modos de entenderlo como seres hay en el mundo.
En
este sentido el poeta va a representar en su obra SU realidad que no se puede
alejar de los efectos de sentido del lenguaje, es decir, esa persona que “va en
un entierro sollozando” existe solo en la realidad de Vallejo, al igual que
aquellos que “se llenan los bolsillo con tu vida” solo están en la de Orihuela.
Entonces, ¿cómo podemos lograr la comunicación si cada uno de nosotros tenemos
nuestra propia visión de la realidad? Sencillo, el lector lee desde su propia visión
de lo real un poema –o cualquier otro tipo de texto literario- en el que queda
representada la visión del mundo de otra persona, pero tanto emisor –poeta-
como receptor –lector actualizador- tienen elementos en común en sus
respectivos enfoques, lo que nos permite establecer un intercambio
comunicativo. En este sentido, no le ponemos el mismo rostro a aquel que
solloza y al que se llena los bolsillos que los que le ponen Vallejo y Orihuela
respectivamente, ni vemos la imagen de ellos como los ambos poetas la ven, sin
embargo podemos ver esa imagen traspuesta a nuestra visión, por lo que se
produce un intercambio de información
que nunca puede ser total, pero que nos permite entender gran parte de
lo que expresan los versos.
César Vallejo
|
Continuando con esta idea, debemos
entender que el tipo de lenguaje utilizado es clave para la transmisión de
información, un hecho que puede parecer muy obvio, pero veremos que tenerlo en
cuenta es más importante de lo que podemos llegar a creer en un principio. Los
poetas, cuando tratan de realizar una poesía de denuncia social suelen utilizar
un lenguaje más accesible, como ya hemos dicho. Por tanto, hay una relación
inversamente proporcional entre la oscuridad del lenguaje y las posibilidades
de entendimiento del mensaje por parte del receptor. En este sentido, Vallejo y
Orihuela dan más importancia al intercambio informativo. Sin embargo, al
eliminar el lastre del hermetismo se está condenando al poema a transmitir un
mensaje que tiende a la univocidad interpretativa, es decir, el uso de un
lenguaje que aspira a ser lo más mimético posible –a potenciar el número de
elementos comunes entre la realidad del poeta y el lector- lleva consigo la
reducción del número de matices añadidos y por tanto de interpretaciones que
podemos realizar. Por ejemplo, cuando Vallejo habla de que “Alguien limpia un
fusil en su cocina” o de que “Un comerciante roba un gramo en el peso a un
cliente” nos transmite la suma de cada uno de los significados que asociamos a
cada uno de esos significantes, con no muchos matices añadidos, y lo mismo
ocurre cuando Orihuela dice “Y si levantar la cabeza / sigue siendo
políticamente incorrecto / ¿Levantar el puño?”.
Por
tanto, Vallejo y Orihuela eligen romper con el lenguaje canónico pasando a
utilizar uno basado en la transparencia para hacer una denuncia social que nace
de la visión individual –subjetiva- que cada uno de ellos tiene de las
injusticias del mundo. Estas provocan en el yo poético un estado de desasosiego
vital, como podemos ver en esos versos de Vallejo de “Los nueve monstruos” que
dicen:
Desgraciadamente,
el dolor crece
en el mundo a cada rato,
crece a treinta
minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza
del dolor, es el dolor dos veces,
y la condición
del martirio, carnívora voraz,
es el dolor dos
veces
y la función de
la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de
ser, dolernos doblemente.
También los
siguientes de Orihuela:
Tanta gente
saltando hacia ninguna parte,
sin objeto,
sólo porque el
vecino salta.
Tanto cordero
llevado al matadero
y tanto domingo
de resurrección.
Ese
estado de zozobra vital se ve intensificado por otros problemas que atormentan
al yo poético, como la muerte, sobre el que Orihuela afirma de forma
contundente:
En cada viaje por la N-435
siempre tienes,
al menos,
dos oportunidades para matarte.
Yo las he desaprovechado todas
Mientras
que Vallejo llega a cuestionarse si “¿Para sólo morir, / tenemos que morir a
cada instante”?, en primera persona del plural, que es importante.
Antonio Orihuela |
Todo
ello se conjuga para formar la psicología individual del yo poético que se va a
proyectar hacia todos los seres humanos gracias a un sujeto poético en deuda
con su dimensión comunitaria. En los dos poemas
sobre los que gira el trabajo hasta este punto -“Un hombre pasa con un
pan…” y “Y si lo real fueran los movimientos de masa…”- convergen todas estas
características, proyectándose hacia la comunidad para saldar esa deuda, a la
vez que se cuestionan sobre la poesía misma. Para ello utilizan una estructura basada en la visión de una
injusticia social –primera parte de cada estrofa- sobre la cual aparece una pregunta
lanzada hacia el propio creador a la vez que al colectivo –segunda parte de las
estrofas- que va más allá de la propia realidad y que salta hasta el terreno de
lo metapoético. En este sentido, en ambas se cuestiona si es lícito que el
poeta se pueda refugiar en la cultura (“¿Voy a escribir, después, sobre mi
doble?” Vallejo; “¿Con qué derecho lo hago y cómo se lo digo?” Orihuela), o si
hay posibilidad de utilizarla como arma (“Y si después de esto, / aún los
movimientos de masas / en automóvil /¿Abandonar la poesía / como vehículo?”
Orihuela) mientras en la calle “Un albañil cae de un techo, muere y ya no
almuerza” (Vallejo) o mientras todos “vamos de derrota en derrota / hasta la
debacle total” (Orihuela). En última instancia tratan de llevar la poesía del
mundo de la élite intelectual hasta la tierra en la que vive el pueblo, que
llega a convertirse tanto en sujeto poético como objeto de reflexión. Con ello
se nos plantea un nuevo problema: ¿Qué relación existe entre el pueblo, el
poeta y la poesía –cultura-?
Para
tratar de explicar esta cuestión vamos a seguir utilizando el mismo poema de
Vallejo, pero nos vamos a centrar ahora en otras composiciones de Orihuela:
Al final de la
comida
le he enseñado
a mi madre
el libro de
poemas
que acaban de
publicarme.
La artritis de
sus manos
apenas le deja
mantenerlo abierto
y sus escasos
años de escuela
recorren las
palabras
como un niño
que gatea
hasta hacer
incomprensibles mis versos.
Loca de
contenta,
orgullosa de su
hijo,
le lee un poema
a mi padre
que la mira
desde el sofá.
Cuando termina,
levanta la
cabeza
y ve a mi padre
dormido.
Lo despierta
y vuelve a
comenzar
hasta tres
veces
la lectura...
Yo no digo
palabra,
pienso en los
amos de la fuerza de los humildes,
en el tiempo
delicioso que les robaron,
en la lengua
que apenas les dejaron para comer
y reproducirse,
en los profesionales
del estilo,
en los críticos
de las letras,
y en lo lejos
que estará siempre
el pueblo
sencillo y trabajador
de eso que
llaman literatura.
El día 19 de
enero mi padre cavó sus ajos,
y el día 22,
sembró las papas.
Vida de mi
padre.
En primer lugar, en cuanto a la
relación entre poeta y pueblo, podemos añadir que deja deja de aislarse de los
problemas en su torre de marfil y, como expreso Blas de Otero a la perfección
en “A la inmensa mayoría”: “un buen día bajó a la calle: entonces / comprendió
y rompió todos sus versos”. Por tanto el escritor lanza su discurso al pueblo, pero
¿será recibido? Ahora es cuando debemos pasar a preguntarnos por la relación
entre el pueblo y la poesía partiendo de ambos escritores.
Vallejo
plasma esa gran distancia entre su escala socio-cultural-económica y la del
pueblo que aparece en la primera parte de las estrofas. Este no tiene capacidad
para dedicarse a la cultura, pues durante toda su vida ha tenido cosas mucho
más importantes que hacer como sobrevivir o ¿acaso nos podemos imaginar a aquel
“cojo que pasa dando el brazo a un niño”, al que “tiembla de frío, tose, escupe
sangre” o al que “busca en el fango huesos, cáscaras” leyendo a Andre Breton, hablando
del Yo profundo o preocupándose por el infinito? El ser humano debe suplir en
primera instancia unas necesidades primarias para después poderse dedicar al
cultivo propio, si no quedan satisfechas aquellas la cultura no puede
consumirse, por lo que la poesía queda a años luz del pueblo, pero también el
poeta en parte, pues pese a tratar de bajar a la calle a plasmar los problemas
del pueblo se sitúa varios escalones por encima de ellos, de ahí el malestar
que surge en él y que lo lleva a preguntas sobre lo lícito de escribir mientras
otros sufren.
Orihuela
va a viajar también por los mismos derroteros en “Al final de la comida…”, en el
que el pueblo está representado por los padres y la cultura por el poemario y
el poeta-hijo. En este caso las necesidades básicas están cubiertas, ya no hace
falta sobrevivir en el sentido vallejiano, sin embargo pueblo solo ha tenido
“escasos años de escuela”, lo que hace que la poesía actúe como un somnífero.
Mientras la madre lee el poema, el hijo reflexiona “sobre los profesionales del
estilo” y “los críticos de las letras”. Puede hacerlo, ha tenido acceso a la
cultura que ha sido negada al pueblo por “los amos de la fuerza de los
humildes”, lo que lo lleva a la conclusión: “lo lejos que estará siempre / el
pueblo sencillo y trabajador “ de eso que llaman literatura”, en definitiva, la
imposibilidad de influir sobre la gente a través de la poesía. Pero no nos
quedemos aquí, fijémonos en el siguiente poema:
El día 19 de
enero mi padre cavó sus ajos,
y el día 22,
sembró las papas.
Vida de mi
padre.
En
este caso el poema no es lo que dice, sino lo que no dice, es decir, en el
diario del pueblo no hay lugar para la cultura, la vida tan solo llega a las
necesidades básicas que suponen cavar los ajos y sembrar las papas. Subyace
ahora una idea a caballo entre la composición de Vallejo y la anterior de
Orihuela: en aquella se plasma el extremo del sufrimiento social a través de personas
que luchan constantemente por la supervivencia en un medio hostil que
constantemente los ataca; en la primera del escritor onubense la acción sucede “Al final de la comida”, es
decir, con las necesidades básicas cubiertas en un medio que en el pasado fue
hostil con las gentes, como representan sus padres, pero que hoy es más
benévolo para/con el pueblo y deja un pequeño atisbo de esperanza para el
futuro; mientras que la última representa un estado intermedio, en el que
aparece el pueblo preocupado por satisfacer unas necesidades básicas que le son
dadas por un medio a caballo también entre el hostil y el benévolo. Eso sí,
sobre todo ello siempre está el poeta, el encargado de dejar por escrito,
tendiendo siempre hacia esa mímesis imposible, el sufrimiento del pueblo y la
imposibilidad de que este pueda todavía, tanto en el momento de la creación de
Vallejo, como en el de Orihuela, acceder a la cultura, impregnarse de ella y
lograr quitarse la venda de los ojos para alzarse y mejorar su situación.
En
definitiva, la poesía sigue viajando alejada del canon rompiendo el lenguaje
literario, como ya lo hacía en la época de Vallejo –y es él un claro ejemplo de
ello-, entre intentos de acercarse a la mímesis de la realidad a través de la
transparencia en el lenguaje e intentos de alejarse de ella a través del
oscurecimiento de la forma, pero cuestionándose su relación con lo real y
haciendo duras críticas sociales. Sin embargo todo esto queda lejos de aquella
inmensa mayoría de la que habló Blas de Otero que continúa recolocándose la
venda sobre los ojos siempre que resbala permitiendo entrar un haz de luz, por
lo que la poesía, esa “arma cargada de futuro” de la que habló Celaya, sigue
teniendo un gran poder potencial para el cambio social que no puede
desarrollarse en todo su dominio porque no es consumida por aquellos que
deberían ser sus receptores masivos. Sin embargo, los poetas no han cejado
nunca en su empeño de denunciar las injusticias: Vallejo pasó los últimos años
de su vida haciéndolo en Poemas humanos y España aparta de mí este cáliz,
mientras que Orihuela, que deja como
hemos dicho un atisbo a la esperanza para el futuro en algunas composiciones a
la vez que se muestra pesimista en otras, se sigue preguntando, en el poema con
el que cierra su conocida antología de título sugerente Piedra, corazón del
mundo, para cuándo:
Un mundo
como una piel
que al tacto
no produzca
escalofrío.
¿Sabéis
qué os digo? Que Bob Dylan ya nos lo dijo:
The answer, my
friend, is blowi’n in the wind,
the answer is
blowin’ in the wind.
BIBLIOGRAFÍA
CELAYA,
Gabriel (1997): Poesía. Gabriel Celaya. Introducción y selección a cargo de Ángel González, 7ªed., Madrid, Alianza
Editorial.
ORIHUELA,
Antonio (2001): Piedra, corazón del mundo (Antología personal 1995- 2000), Valencia, Editorial Germanía.
Consultado en línea en: http://www.nodo50.org/mlrs/Biblioteca/orihue/piedra.pdf
OTERO,
Blas de (1982): En castellano, 2ªed., Barcelona, Lumen.
-(2008):
Pido la paz y la palabra, Barcelona, Lumen.
VALLEJO,
César (1988): Poemas en prosa; Poemas humanos; España aparta de mí este cáliz, edición de Julio Vélez,
Madrid, Cátedra.
VALLEJO,
César (2003): Trilce. Edición de Julio Ortega, Madrid, Cátedra
[1] No voy a hablar de poesía
social, pues considero, como dijo Neruda, que toda literatura es comprometida y
social, pues el ser humano se caracteriza por vivir en sociedad, por lo que
todo lo escrito se impregna de ello y por lo tanto toda poesía es social, lo
que hace inútil la oposición poesía comprometida-poesía no comprometida. De ahí
que decida utilizar la expresión “poesía de denuncia
social”.
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