PALABRAS DE MALA PRENSA: Educación, por María Elena Picó Cruzans - Noviembre 2012
“Había una vez un hombre y su esposa que
por largo tiempo esperaron en vano un hijo. Al fin la mujer supo que Dios
estaba por concederles el deseo. Este
matrimonio tenía en su casa una ventana en la parte de atrás desde la cual se
veía un espléndido jardín, lleno de las más bellas flores y hierbas. El jardín,
sin embargo, estaba rodeado por un gran muro, y nadie intentaba entrar en él
porque pertenecía a una bruja, que tenía grandes poderes y era temida por todo
el mundo.
Un día, la esposa estaba en la ventana
mirando hacia el jardín cuando vio una era que estaba plantada con bellísimos
rapunzeles. Las vio tan frescas y verdes que suspiraba por ellas, y le entró el
gran antojo de comer algunas”.
(Rapunzel, Cuento Popular)
Anthony
de Mello dice que “La distancia más corta
entre un hombre y la verdad es un cuento”.
Por eso quiero acompañarme en este rescate, de uno. ¡Quién sabe qué torres será necesario
escalar!
A
“Educación” le ocurre como a tantas otras palabras, que tienen un terreno tan
amplio que es fácil perderse en los vericuetos de sus senderos o en la amplitud
de sus desiertos. El riesgo de estas palabras es que caen fácilmente en las
manos vacías de las estadísticas y los comercios. Hoy quiero rescatar, antes de
que muera asfixiada, a “Educación” de las garras del anteproyecto de ley que el
Gobierno ha levantado para ella.
Cito a
continuación algunos párrafos del mismo:
“La
educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y las cotas
de prosperidad de un país; su nivel educativo determina su capacidad de
competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se
planteen en el futuro. Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito
educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta
cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por
conseguir ventajas competitivas en el mercado global.
(…)
El
principal objetivo de esta reforma es mejorar la calidad educativa partiendo de
la premisa de que la calidad educativa debe MEDIRSE (la mayúscula es mía) en
función del “output” (resultados de los estudiantes) y no del “input” (niveles
de inversión, número de profesores, número de centros, etc.). Para ello todos y
cada uno de los alumnos serán objeto de atención en una búsqueda de desarrollo
del TALENTO (la mayúscula es mía), que convierta a la educación en el principal
instrumento de movilidad social, ayude a superar barreras económicas y sociales
y genere aspiraciones y ambiciones realizables para todos.
Todos
los estudiantes poseen talento, pero la naturaleza de este talento difiere
entre ellos, por lo que el sistema educativo debe contar con los mecanismos
necesarios para reconocerlos y potenciarlos. (…)”
(Anteproyecto
de la LOMCE)
Cuando
terminé la lectura, necesité unos minutos para no quedarme perpleja para el
resto del día. No sabía muy bien si la vaguedad y la simplicidad de su
contenido y de su redacción eran fruto de la arrogancia o de la ignorancia. Y
me planteaba qué tipo de “input” podía ser el causante de tal aberrante
“output”. Como puede leerse, sólo se me ocurrían sarcasmos. Aunque reconozco
que me sentí desbordada con ellos.
No
sabía muy bien ni por dónde empezar. Utilizar un modelo económico de “Premio
Nobel” como metáfora de Educación y considerar el proceso de aprendizaje en los
términos de una transacción económica, quizá fuera lo menos aberrante. Le gana
puestos el considerar que mejorar la calidad educativa consiste en “medirla”, y
no en fomentarla. Sobre el “input” y el “output” se me ocurrieron mil cosas,
pero no haré ningún comentario; ninguno más allá de las reflexiones que le
harían las alcachofas y coles de mi
huerto sobre el equilibrio organísmico y la homeóstasis.
“La tentación”, William Strang
|
“Este deseo se incrementaba día a día, y
como ella sabía que no podía coger
ninguna, fue perdiendo salud, y se veía pálida y miserable. Entonces su esposo
se alarmó y preguntó:-¿Qué es lo que te sucede,
querida esposa?
-¡Ay, si yo no pudiera obtener alguno de
los rapunzeles, que están en el jardín
de atrás de la casa, para comerlos, me
moriría.
El hombre, que la amaba mucho, pensó:
-Antes que dejar que mi mujer se muera,
le traeré algunos rapunzeles, no importa lo que cueste.
Al medio oscurecer del final de la
tarde, escaló y atravesó el muro cayendo sobre el jardín de la hechicera,
rápidamente cogió un racimo de rapunzeles y se los llevó a su esposa.
Inmediatamente ella se hizo una ensalada y se la comió con mucho gusto. A ella,
sin embargo, le gustaron tanto, tanto, tanto, que al día siguiente estaba tres
veces más antojada que antes. Si él debía tener algún reposo, debería ir otra
vez más al jardín. En la penumbra del atardecer, sin embargo, él bajó de nuevo
el muro, pero cuando había bajado al suelo, se asustó terriblemente pues
encontró a la hechicera parada a su lado.
-¿Cómo te atreves- dijo ella con una
mirada furiosa, -descender dentro de mi jardín y robarme los rapunzeles como un
ladrón? ¡Sufrirás por ello!
-Oh- contestó él, -deja que la
misericordia tome el lugar de la justicia, yo sólo lo hacía por necesidad. Mi
esposa ha visto sus rapunzeles desde la ventana, y ha sentido tan grande antojo
por ellos, que moriría si no le llevo algunos para comer.
Entonces la hechicera dejó que se
calmara su enojo, y le dijo:
-Si el caso es como lo dices, te
permitiré llevar contigo todos los que quieras, solamente con una condición,
deben darme la criatura que tu esposa traerá al mundo. Será muy bien tratada, y
yo cuidaré de ella como una madre."
(Rapunzel, Cuento
Popular)
Que no
estoy sola me lo recuerdan las personas que me quieren.
Que hay
esperanza me lo recuerdan las hortalizas que tengo plantadas en mi huerto;
pero, sobre todo, me lo recuerdan mis compañeros de trabajo y mis alumnos
porque con ellos sitúo en su justo contexto el trabajo diario con el “input” y
el “output”. Es un alivio descubrir cada día que las buenas ideas no siempre
prosperan y las buenas semillas no siempre germinan. Es un alivio porque, de
igual manera, no siempre prosperan las rancias ideas, y nunca germinan las
semillas no plantadas. Es por ello que quiero dejar una muestra de las semillas
que se plantan con amor y que germinan en el trabajo diario de docentes y
alumnos en cada una de las imágenes que acompañan este escrito. Los dibujos han
sido realizados por alumnos de 3º de la ESO del IES “Cueva Santa” de Segorbe, a
cargo de su profesora de educación plástica Marina Scarpati: “Amares”.
Es
cierto, según plantea la teoría de sistemas que los estímulos no son la causa
eficiente del cambio, y que esos cambios responden a una interrelación entre el
estímulo y el estado del organismo al que se aplica. Es cierto, pues, que los
estímulos, las “perturbaciones” (como las denomina Piaget) o los “inputs” no
son causa eficiente de los cambios; no obstante, se debería tener en cuenta que
la supresión, anulación o desviación de “inputs” ya es un “input”
(paradójicamente), y produce cambios en el organismo según su estado.
“El hombre, aterrorizado, consintió en
todo, y cuando nació la criatura, la hechicera apareció al momento, le dio el nombre de Rapunzel, y se la llevó con
ella.
Rapunzel se desarrolló como la niña más
bella bajo el sol. Cuando cumplió los doce años, la hechicera la encerró en una
torre, dentro del bosque, que no tenía puertas ni escaleras, excepto una
pequeña ventana arriba. Cuando la hechicera quería subir, ella se paraba
exactamente debajo de la ventana y gritaba:
-Rapunzel, Rapunzel, échame tus trenzas.
Rapunzel tenía una exuberante cabellera
larga, muy fina y de un color dorado, y cuando ella oía la voz de la hechicera,
se soltaba las prensas que la sostenían, la amarraba de una de la barras de la
ventana, y entonces la dejaba caer veinte metros hacia abajo, y la hechicera
subía por medio de ella.”
(Rapunzel, Cuento Popular)
Me
asusta pensar qué concepto de “talento” es el que concibe la nueva ley. En mis
lecturas sobre psicología evolutiva y psicología de la personalidad no
encuentro lugar para lo que ellos llaman “talento”. Quizá sea un conato de
traer al S. XXI el criterio de sangre medieval por el que cada uno se quedaba
en el estamento donde la “sangre” lo había parido. No sé. Nuestros alumnos
comienzan la ESO con la edad de Rapunzel cuando fue encarcelada en la torre por
la hechicera. Quizá, con la ayuda del príncipe, pueda escapar de su “talento”
aunque sea tirándose de la torre y corriendo los riesgos de la vida en el
desierto.
“Como uno o dos años después, sucedió
que el hijo del rey, recorriendo el bosque, llegó a la torre. Entonces él oyó
una canción de una voz tan tierna que paró y se quedó escuchando. Era la voz de
Rapunzel, que en su soledad pasaba el tiempo haciendo resonar su dulce voz. El
hijo del rey quería subir hasta ella, y buscó la puerta que no encontró. Él
regresó al hogar, pero el canto tocó tan profundamente su corazón, que todos
los días iba al bosque a escucharla. Un día, cuando estaba parado detrás de un
árbol, vio que la hechicera llegó allí, y escuchó lo que gritaba:
-Rapunzel, Rapunzel, échame tu
cabellera.
Entonces Rapunzel bajó las trenzas de su
cabello, y la hechicera subió hasta ella.
-Si esa es la escalera por la que uno
sube, probaré por esta vez mi fortuna,-dijo él.
Y al día siguiente, cuando empezaba a
oscurecer, fue a la torre y gritó:
-Rapunzel, Rapunzel, échame tu
cabellera.
Inmediatamente la cabellera bajó y el
hijo del rey subió. Al principio, Rapunzel quedó terriblemente atemorizada
cuando un hombre como sus ojos nunca había conocido, llegó hasta ella. Pero el
hijo del rey comenzó a hablarle como un amigo, y le contó que su corazón estaba
tan conmocionado que no tenía descanso, y que se había visto forzado a verla.
Entonces Rapunzel perdió su temor, y cuando le preguntó que si ella lo tomaría
por esposo, y ella vio que era joven, apuesto y bueno, pensó:
-Él me amará más que la vieja hechicera-
y dijo sí, y puso sus manos en las de él.
Ella le dijo:
-Estoy decidida a ir contigo, pero yo no
sé cómo bajar. Trae contigo un ovillo de seda cada vez que vengas, y yo tejeré
una escalera con ellos, y cuando esté lista, yo descenderé y podrás llevarme en
tu caballo.
Y así acordaron verse cada atardecer ya
que la vieja mujer acudía en la mañana. Ésta nada sabía de lo que sucedía hasta
que un día, inocentemente, Rapunzel le dijo:
-Dime, señora, ¿por qué sucede que eres
mucho más pesada de subir que el joven hijo del rey?
-¡Ah!, chica malvada-gritó la
hechicera.- ¿Qué es lo que he oído? Creía que te había separado del mundo, pero
me has engañado.
En su enojo agarró las bellas trenzas de
Rapunzel, las enrolló en su mano izquierda, sostuvo unas tijeras con la
derecha, y tras, tras, tras, todas fueron cortadas, y las adorables trenzas
quedaron en el suelo. Y estuvo tan sin piedad que se llevó a Rapunzel a un
desierto donde tuvo que vivir en gran pesadumbre y miseria.”
(Rapunzel, Cuento Popular)
Aun con
desiertos, me queda la esperanza de la vivencia diaria con niños y adolescentes
que pueden crecer a pesar/gracias a las “perturbaciones” que los docentes les
proporcionamos o las “perturbaciones” que el Gobierno está “eliminando”.
Podemos diseñar leyes o programar niveles de concreción; pero el diseño humano
no está en nuestras manos.
“La vieja hechicera engañó al príncipe
para que subiera a la torre, y cuando lo tuvo al alcance de su venenosa mirada
le dijo:
-Hubieras alcanzado a tu amada, pero el
bello pájaro no se sienta más en el nido para cantar; el gato la ha capturado,
y te arrancará sus ojos también. Rapunzel está perdida para ti, nunca más la
volverás a ver.
El príncipe se confundió con el dolor, y
en su desesperación saltó desde lo alto de la torre. Él se escapó con vida,
pero las zarzas en que cayó le agujerearon los ojos. Entonces anduvo errante y
ciego por el bosque, comiendo únicamente raíces y bayas, y no hacía más que
lamentarse y llorar por la pérdida de su amada.
Así vagó miserablemente por varios años,
y al fin llegó al desierto donde estaba Rapunzel, quien con los gemelos que
ella había dado a luz, un niño y una niña, vivían en desdicha.
Él oyó una voz, y le pareció tan
familiar que corrió hacia donde la oía, y cuando llegó Rapunzel lo reconoció y
arrecostándolo sobre su cabeza, lloró. Dos de sus lágrimas le humedecieron los
ojos, y le devolvieron la vista y pudo ver tan bien como antes. Él entonces la
llevó a su reino donde fue recibido con júbilo, y en adelante vivieron muy felices.”
(Rapunzel, Cuento Popular)
No todo
puede ser medido. Ni todo puede ser objeto de comercio y de rentabilidad. A
veces, hay que escalar torres o tirarse de ellas. Y a veces hay que quedarse
ciego para dejarse rescatar por las lágrimas de alguien que te ama. No sé si
esto forma parte del “output” o del “input”, que la nueva ley quiere eliminar…,
pero sé que la Educación no puede venderse. Y mis alumnos también lo saben.
No
podemos permitir que se utilice la crisis como escudo defensor de todas las
ideas paralizantes y todos los alegatos de silencio y sumisión.
Siempre
es tiempo de impotencia.
“Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
por la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.
Salime al campo, vi que el sol bebía
los arroyos, del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sus sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte;
vencida de la edad sentí mi espada.
Y no hallé cosa en que poner los ojos
Que no fuese recuerdo de la muerte.”
Francisco
de Quevedo, S. XVII
Siempre
es tiempo de acidia.
“Se me figura España desde el fin de
1600 como una casa grande que ha sido magnífica y sólida, pero que por el
decurso de los siglos se va cayendo y cogiendo debajo a los habitantes. Aquí se
desploma un pedazo del techo, allí se hunden dos paredes, más allá se rompen
dos columnas, por esta parte falló un cimiento, por aquella se entró el agua de
las fuentes, por la otra se abre el piso; los moradores gimen, no saben dónde
acudir; aquí se ahoga en la cuna el dulce fruto del matrimonio fiel; allí muere
de golpes de las ruinas, y aún más del dolor de ver este espectáculo, el anciano
padre de familia; más allá entran ladrones a aprovecharse de la desgracia; no
lejos roban los mismos criados, por estar mejor instruidos, lo que no pueden
los ladrones que lo ignoran.
José Cadalso, Cartas
Marruecas, S. XVIII
Siempre
es tiempo de desesperanza.
Una nube sombría lo envolvió todo. Era
la noche. El frío de la noche helaba mis venas. Quise salir violentamente del
horrible cementerio. Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho
de vida, de ilusiones, de deseos.
¡Santo cielo! También otro cementerio.
Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en
él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza!
Mariano
José de Larra, El día de Difuntos de 1836
Siempre
es tiempo de PALABRA.
Siempre
es TIEMPO.
Cómo hacerte saber que siempre hay
tiempo.
Que uno tiene que buscarlo y dárselo…
Que nadie establece normas, salvo
la vida…
Que la vida sin ciertas “normas” pierde forma…
Que la forma no se
pierde con “abrirnos”…
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente…
Que no está
prohibido amar…
Que también se puede odiar…
Que la agresión porque sí, hiere
mucho…
Que las heridas se cierran…
Que las puertas no deben cerrarse…
Que la mayor
puerta es el afecto…
Que los afectos nos definen…
Que definirse no es remar
contra la corriente…
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se
dibuja…
Que negar palabras, es abrir distancias…
Que encontrarse es muy hermoso…
Que
el sexo forma parte de lo hermoso de la vida…
Que la vida parte del sexo…
Que el
por qué de los niños tiene su porqué…
Que querer saber de alguien no es sólo
curiosidad…
Que saber todo de todos es curiosidad malsana…
Que nunca está de más
agradecer…
Que autodeterminación no es hacer las cosas solo…
Que nadie quiere
estar solo…
Que para no estar solo hay que dar…
Que para dar, debemos recibir
antes…
Que para que nos den también hay que saber pedir…
Que saber pedir no es
regalarse…
Que regalarse, en definitiva, no es quererse…
Que para que nos quieran
debemos demostrar qué somos…
Que para que alguien sea, hay que ayudarlo…
Que
ayudar es poder alentar y apoyar…
Que adular no es apoyar…
Que adular es tan
pernicioso como dar vuelta la cara…
Que las cosas cara a cara son honestas…
Que
nadie es honesto porque no robe…
Que cuando no hay placer en las cosas no se
está viviendo…
Que para sentir la vida hay que olvidarse que existe la
muerte…
Que se puede estar muerto en vida…
Que se siente con el cuerpo y la
mente…
Que con los oídos se escucha…
Que cuesta ser sensible y no herirse…
Que
herirse no es desangrarse…
Que para no ser heridos levantamos muros…
Que sería
mejor construir puentes…
Que sobre ellos se van a la otra orilla y nadie
vuelve…
Que volver no implica retroceder…
Que retroceder también puede ser
avanzar…
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol…
Cómo hacerte
saber que nadie establece normas, salvo la vida.
Mario Benedetti
Siempre
es tiempo de batalla.
“De devociones absurdas y santos
amargados, líbranos, Señor”.
Santa
Teresa de Jesús
PARTICIPACIÓN
Puedes
compartir con nosotros tu tiempo y tu palabra.
marina (miércoles, 21. noviembre 2012 16:28)
ResponderEliminarMuy bello y emocionada, gracias Elena por tus palabras y por recogernos en ellas, mañana se lo enseño a sus autores, espero que les guste tanto como a mí
ResponderEliminarLuis Novella (miércoles, 28. noviembre 2012 18:47)
Una forma, muy bonita, de mostrar desencanto con quien tiene la obligación de velar por la educación de la población.
ResponderEliminarjordi (domingo, 02. diciembre 2012 19:01)
Me ha parecido muy edificante la lectura de este artículo.
Ah! Y lo de que sólo la vida establece normas no es cierto.
Yo también pongo normas... aunque nadie las sigue.