EL ARPA DORMIDA: María Mercedes Carranza: Sobran las palabras, por Ancrugon – Diciembre 2012
Caminaba mirando el cielo
y me fui de narices.
A hora echo sangre por todas partes:
las rodillas, el aire, los recuerdos:
mi falda se desgarró
y perdí los aretes, la razón.
y me fui de narices.
A hora echo sangre por todas partes:
las rodillas, el aire, los recuerdos:
mi falda se desgarró
y perdí los aretes, la razón.
¿No hay en el alma
una manera otra
de vivir un desamor?
una manera otra
de vivir un desamor?
Según
dijo Daniel Samper Pizano, María Mercedes Carranza ejerció una de las pocas
libertades que les iban quedando a los colombianos, que no era otra que “la de escoger morir antes de que tomen la
decisión por uno”. Y eso fue lo que hizo esta mujer alegre y risueña el
jueves 10 de junio de 2003, al ingerir una sobredosis de antidepresivos. ¿La
causa?... pues es difícil saber cuál es la gota definitiva que desborda el
vaso, porque ese secreto se lo llevó con ella, pero a María Mercedes no le
agobiaba la vida, como lo demuestra en su carta de despedida dejada a su hija
Melibea donde le hablaba de amor y juventud, sino la muerte y la injusticia que
se le habían acumulado en las últimas fechas: “¡Ay, este país nos está matando!”, dijo cuando vio como iban
desapareciendo sus mejores amigas, o cuando asesinaron a Luis Carlos Galán, el
joven político liberal, Ministro de Educación con quien había estudiado Derecho
en la Javeriana y colaborado en el periódico El Tiempo, o, y sobre todo, cuando meses atrás fue secuestrado por las
FARC su hermano Ramiro, un hombre bueno y con lo puesto… Junto a su cuerpo sin
vida, su hija Melibea encontró también un libro de poemas de su abuelo, el
poeta y diplomático Eduardo Carranza, abierto justo por el siguiente verso: “Todo cae, se esfuma, se despide, y yo mismo
me estoy diciendo adiós.”
LA PATRIA
Esta casa de
espesas paredes coloniales
y un patio de
azaleas muy decimonónico
hace varios siglos
que se viene abajo.
Como si nada las
personas van y vienen
por las
habitaciones en ruina,
hacen el amor,
bailan, escriben cartas.
A menudo silban
balas o es tal vez el viento
que silba a través
del techo desfondado.
En esta casa los
vivos duermen con los muertos,
imitan sus
costumbres, repiten sus gestos
y cuando cantan,
cantan sus fracasos.
Todo es ruina en
esta casa,
están en ruina el
abrazo y la música,
el destino, cada
mañana, la risa son ruina;
las lágrimas, el
silencio, los sueños.
Las ventanas
muestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se
confunden en las caras,
en las bocas las
palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos
estamos enterrados vivos.
María
Mercedes Carranza nació en el mundo de la poesía y en el país de la violencia
el año de 1945 y bastante cerca del cielo en la ciudad de Bogotá. Bajo la
tutela de su padre, Eduardo Carranza, poeta y político, difícil conjunción, y
el de su tía abuela materna, Elisa Mújica, poetisa de larga trayectoria,
descubrió los otros senderos de la realidad: “La fábula de mi infancia está tejida con sus leyendas y cuentos; con
ella descubrí el poder de la palabra” dijo refiriéndose a su tía y viviendo
su infancia en una España donde la palabra, sobre todo si pretendía ser libre y
verdadera, era peligrosa, pero en la que su progenitor desempeñaba el cargo de
asesor cultural en la Embajada de Colombia. En estas tierras puente entre
África y Europa vivió hasta los trece años respirando el aire viciado de la
intelectualidad rancia con pretensiones vanguardistas de unos poetas que sólo
encontraban la inspiración en el fondo de las botellas para después adorar al
dios de la intolerancia, y así llegó, cuando tras su vuelta a los terrenos
andinos, donde cursos sus estudios de educación media, regresó en busca de
“eso” que muchos dicen buscar, sería a finales del 64, para convertirse en
amante de dos de estos ídolos de la rima y desterrados de la luz, me refiero a
Félix Grande y Juan Luis Panero, quien, éste último, en uno de esos alardes
tabernarios propios del macho hispánico de educación nacional-cristiana dijo
que “con ella he tenido una buena cama y
un violento despertar.” Posteriormente viajó por la vieja Europa, en esa
especie de viaje iniciático que tantos futuros intelectuales con medios
realizan durante sus vidas en el que, tras visitar París, Florencia y Roma,
llega a Londres donde conoce a Georges Simenon, tan corrupto como los
anteriores, pero bastante más izquierdoso.
SOBRAN LAS
PALABRAS
Por traidora
decidí hoy,
martes 24 de
junio,
asesinar algunas
palabras.
Amistad queda
condenada
a la hoguera, por
hereje;
la horca conviene
a Amor por
ilegible;
no estaría mal el
garrote vil,
por apóstata, para
Solidaridad;
la guillotina como
el rayo,
debe fulminar a
Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con
dolor;
la tortura es su
destino;
Igualdad merece la
horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha
muerto ya;
Fe padecerá la
cámara de gas;
el suplicio de
Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la
palabra Dios.
Fusilaré sin
piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá
Felicidad.
Queda la palabra
Yo. Para esa,
por triste, por su
atroz soledad,
decreto la peor de
las penas:
vivirá conmigo
hasta
el final.
De
regreso a su tierra, con sólo veinte añitos, además de dedicar tiempo a sus
estudios universitarios, con bastante más pena que gloria, consiguiendo la
titulación en Filosofía y Letras, curiosamente, con una tesis final sobre la
obra de su padre, es nombrada directora de “Vanguardia”,
el apartado literario del diario “El
Siglo” de Bogotá, donde se dedicó a divulgar la obra de autores bastante
representativos de las letras hispanoamericanas. En 1970 se casa por lo civil con Fernando
Garavito, algo que contravenía su firme educación católica y que rompía con las
santísimas tradiciones de su familia y de su clase social. Conjuntamente con su
esposo, quien, para más datos, era el subdirector del Instituto Colombiano de
Cultura, dirigió la revista “Estravagario”,
perteneciente al diario “El Pueblo” de
la ciudad de Cali y, al poco tiempo, obtuvo el cargo de jefa de redacción de la
revista “Nueva Frontera”, creada por
el ex presidente liberal Carlos Lleras Restrepo, cargo que desempeñaría durante
trece años.
EL SILENCIO
- parece verde
- es verde
- ¿es verde?
- sí, es verde
- verde
- ¿te gusta el verde?
- me gusta el verde
- ¿cualquier verde?
- no, el verde solamente
- ¿por qué el verde?
- porque es verde
- ¿y si no fuera verde?
- no, sólo me gusta el verde
- ¿sólo el verde entonces?
- sí, solo el verde
- es lindo el verde
- sí, el verde es lindo
- claro el verde
- sí, el verde.
- es verde
- ¿es verde?
- sí, es verde
- verde
- ¿te gusta el verde?
- me gusta el verde
- ¿cualquier verde?
- no, el verde solamente
- ¿por qué el verde?
- porque es verde
- ¿y si no fuera verde?
- no, sólo me gusta el verde
- ¿sólo el verde entonces?
- sí, solo el verde
- es lindo el verde
- sí, el verde es lindo
- claro el verde
- sí, el verde.
En
la década de los setenta comienza en serio su andadura creativa, aunque
anteriormente ya había realizado algún pequeño y prometedor intento. Y no sólo
como autora, pues en el año 1972 edita “Vainas y otros poemas”, sino como
ensayista y recopiladora, sacando a la luz, ese mismo año, “Nueva poesía colombiana” y “Siete
cuentistas jóvenes”. De 1983 data otro poemario cuyo título es bastante
evocador de la realidad de nuestra autora, “Tengo
miedo”. En 1986 se hace cargo de la dirección de la Casa de Poesía Silva de
Bogotá y al año siguiente publica “Hola,
soledad”. Poco a poco le va entrando el gusano de la “conciencia política”,
pura paradoja, y consigue ser elegida como representante por el partido Alianza
Democrática M-19 para la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, sin embargo
ello no le impidió seguir con su actividad poética y dos años después, como una
confesión de sus temores, aparece “Maneras
de desamor” y en 1997, como una versión de los acontecimientos que acaecían
en aquellos tiempos, subtítulo que en sí lleva el poemario, “El canto de las moscas”.
BABEL Y USTED
Si las palabras no
se arrugarán, si
fuera posible ponérselas cada mañana,
como una blusa o una falda, previo
uso del quitamanchas, el cepillo y la plancha.
Si no se pudieran pronunciar ya más
por lo brilladas y rodillonas.
Si, después de un largo viaje, se
botaran como la maleta, tan descosida,
tan llena de letreros y de mugre. Si no se
cansaran, si fuera normal y corriente
someterlas a chequeo médico cada año,
con diagnósticos y exámenes de laboratorio,
vitaminas y reconstituyentes y hasta
menjurjes para la anemia. Si las
palabras hicieran sindicato en defensa
de sus fueros más legítimos y reclamaran
indemnizaciones por abuso de confianza
a aquellos que las tratan como a violín
prestado. Si algún día hicieran huelga,
¿qué opina usted, García?
fuera posible ponérselas cada mañana,
como una blusa o una falda, previo
uso del quitamanchas, el cepillo y la plancha.
Si no se pudieran pronunciar ya más
por lo brilladas y rodillonas.
Si, después de un largo viaje, se
botaran como la maleta, tan descosida,
tan llena de letreros y de mugre. Si no se
cansaran, si fuera normal y corriente
someterlas a chequeo médico cada año,
con diagnósticos y exámenes de laboratorio,
vitaminas y reconstituyentes y hasta
menjurjes para la anemia. Si las
palabras hicieran sindicato en defensa
de sus fueros más legítimos y reclamaran
indemnizaciones por abuso de confianza
a aquellos que las tratan como a violín
prestado. Si algún día hicieran huelga,
¿qué opina usted, García?
¿Cómo
definir la poesía de María Mercedes Carranza?... Nunca es fácil desentrañar los
sentidos que de cada palabra fluyen desde lo más íntimo de cada creador, sólo
el propio poeta lo sabe, nosotros, pobreS humanos con los pies sobre la tierra
de la cruda realidad, o de la fantasía creada para provecho de otros,
simplemente podemos especular sobre tal o cual intención, sobre tal o cual
significado, pero una cosa está clara, María Mercedes pertenecía a aquella
generación desencantada que, poseyendo la miel, un día les supo amarga… aquella
generación que descubrió la cruda realidad y se les derrumbaron los castillos de hadas y
las máscaras de ternura y comodidad para descubrir que el mundo era otra cosa.
Sin embargo, a pesar de su desenlace final, María Mercedes tiene su propia
visión de aquel momento, la visión de una mujer que sufre sobre sí misma y
sobre los suyos el despropósito y el terror de una sociedad colombiana de la
segunda mitad del siglo XX y de una sociedad occidental caduca y acomodaticia y
que ella la describe con su tono satírico, incluso sarcástico.
PATAS ARRIBA CON
LA VIDA
Sé que voy a morir
porque no amo ya nada.
Manuel Machado
Manuel Machado
Moriré mortal,
es decir habiendo pasado
por este mundo
sin romperlo ni mancharlo.
No inventé ningún vicio,
pero gocé de todas las virtudes:
arrendé mi alma
a la hipocresía: he traficado
con las palabras,
con los gestos, con el silencio;
cedí a la mentira:
he esperado la esperanza,
he amado el amor,
y hasta algún día pronuncié
la palabra Patria;
acepté el engaño:
he sido madre, ciudadana,
hija de familia, amiga,
compañera, amante.
Creí en la verdad:
dos y dos son cuatro,
María Mercedes debe nacer,
crecer, reproducirse y morir
y en esas estoy.
Soy un dechado del siglo XX.
Y cuando el miedo llega
me voy a ver televisión
para dialogar con mis mentiras.
es decir habiendo pasado
por este mundo
sin romperlo ni mancharlo.
No inventé ningún vicio,
pero gocé de todas las virtudes:
arrendé mi alma
a la hipocresía: he traficado
con las palabras,
con los gestos, con el silencio;
cedí a la mentira:
he esperado la esperanza,
he amado el amor,
y hasta algún día pronuncié
la palabra Patria;
acepté el engaño:
he sido madre, ciudadana,
hija de familia, amiga,
compañera, amante.
Creí en la verdad:
dos y dos son cuatro,
María Mercedes debe nacer,
crecer, reproducirse y morir
y en esas estoy.
Soy un dechado del siglo XX.
Y cuando el miedo llega
me voy a ver televisión
para dialogar con mis mentiras.
“Vainas y otros poemas” es un poemario del desenfado, de lo pícaro,
incluso de la falta de respeto, donde muchos de los críticos quieren ver
relaciones con la vanguardia, con el nadaísmo y el nihilismo, pero donde, sobre
todo, lo que aparecer es la realidad,
que siempre es mezcla de chiste y tragedia, de seriedad y burla, de lo sutil y
lo descarnado… Sin embargo, ese desenfado propio de las edades juveniles, se va
volviendo ironía, sátira amarga utilizada para atacar aquello que le duele,
aquello que le desencanta, y ahí aparecen esos títulos como “Tengo miedo” u “Hola, soledad”… ¡Triste destino el del poeta que bebe de la
realidad para hacerla sueño!, porque cuando sólo existe el desengaño, sólo se
pueden crear pesadillas… Y así, como una síntesis de toda una historia, no sólo
la de su país, sino la del ser humano mismo, nace “El canto de las moscas”, que ella, en un juego más de su sutil
ironía, subtitula “Versión de los
acontecimientos” y en una sucesión de poemas cortos, con pocas palabras
basta, nos hace una geografía de la destrucción y la miseria humana donde cada
poema es una herida.
EL CANTO DE LAS
MOSCAS (Selección)
Canto 1- NECOCLI
Quizás
el próximo
instante
de noche tarde o
mañana
en Necoclí
se oirá nada más
el canto de las moscas.
Canto 2 - DABEIBA
El río es dulce aquí
en Dabeiba
y lleva rosas rojas
esparcidas en las aguas.
No son rosas,
es la sangre
que toma otros caminos.
Canto 4 - ENCIMADAS
se oirá nada más
el canto de las moscas.
Canto 2 - DABEIBA
El río es dulce aquí
en Dabeiba
y lleva rosas rojas
esparcidas en las aguas.
No son rosas,
es la sangre
que toma otros caminos.
Canto 4 - ENCIMADAS
Bajo la tierra de
Encimadas
el terror fulgura aún
el terror fulgura aún
en los ojos
florecidos
sobre la tierra de
Encimadas.
Canto 6 - AMAIME
En Amaime
los sueños se
cubren
de tierra como
si fueran
podredumbre.
Canto 15 - ITUANGO
El viento
ríe en las
mandíbulas
de los muertos.
En Ituango,
el cadáver de la
risa.
Canto 18 - SOACHA
Canto 18 - SOACHA
Un pájaro
negro husmea
las sobras de
la vida.
Puede ser Dios o
el asesino:
da lo mismo ya.
POEMA DE LOS HADOS
Soy hija de Benito
Mussolini
y de alguna actriz de los años 40
que cantaba la “Giovinezza”.
Hiroshima encendió el cielo
el día de mi nacimiento y a mi cuna
llegaron, Hados implacables,
un hombre con muchas páginas acariciadas
donde yacían versos de amor y de muerte;
la voz furiosa de Pablo Neruda;
bajo su corona de ceniza, Wilde
bello y maldito,
habló del esplendor de la Vida
y de la seducción fatal de la Derrota;
alguien grito “muera la inteligencia”,
pero en ese mismo instante Albert Camus
decía palabras
que eran de acero y de luz;
la Pasión ardía en la frente de Mishima;
una desconocida sombra o máscara,
puso en mi corazón el Paraíso Perdido
y un verso;
“par delicatesse j’ai perdu ma vie”.
Caía la lluvia triste de Vallejo
se apagaba en el viento la llama de Porfirio;
en el aire el furor de las balas
que iban de Cúcuta a Leticia, se cruzaban
con los cañones de “Casablanca”
y las palabras de su canción melancólica:
“El tiempo pasa,
un beso no es más que un beso...”
Así me fue entregado el mundo.
Esas cosas de horror, música y alma
han cifrado mis días y mis sueños.
y de alguna actriz de los años 40
que cantaba la “Giovinezza”.
Hiroshima encendió el cielo
el día de mi nacimiento y a mi cuna
llegaron, Hados implacables,
un hombre con muchas páginas acariciadas
donde yacían versos de amor y de muerte;
la voz furiosa de Pablo Neruda;
bajo su corona de ceniza, Wilde
bello y maldito,
habló del esplendor de la Vida
y de la seducción fatal de la Derrota;
alguien grito “muera la inteligencia”,
pero en ese mismo instante Albert Camus
decía palabras
que eran de acero y de luz;
la Pasión ardía en la frente de Mishima;
una desconocida sombra o máscara,
puso en mi corazón el Paraíso Perdido
y un verso;
“par delicatesse j’ai perdu ma vie”.
Caía la lluvia triste de Vallejo
se apagaba en el viento la llama de Porfirio;
en el aire el furor de las balas
que iban de Cúcuta a Leticia, se cruzaban
con los cañones de “Casablanca”
y las palabras de su canción melancólica:
“El tiempo pasa,
un beso no es más que un beso...”
Así me fue entregado el mundo.
Esas cosas de horror, música y alma
han cifrado mis días y mis sueños.
UNA ROSA PARA
DYLAN THOMAS
“Murió tan extraña
y trágicamente
como había vivido, preso de un caos
de palabras y pasiones sin freno... no
consiguió ser grande, pero fracasó
genialmente....”
D.T.
como había vivido, preso de un caos
de palabras y pasiones sin freno... no
consiguió ser grande, pero fracasó
genialmente....”
D.T.
Se dice: “no
quiero salvarme”
y sus palabras tienen la insolencia
del que decide que todo está perdido.
Como guiado por una certeza deslumbrante
camina sin eludir su abismo;
de nada le sirven ya los engaños
para sobrevivir una o dos mañana más:
conocer otro cuerpo entre las sábanas destendidas
y derretirse pálido sobre él
o reencontrarse con las palabras
y hacerlas decir para mentirse
o ser el otro por el tiempo que dura
la lucidez del alcohol en la sangre.
En la oscuridad apretada de su corazón
allí donde todo llega ya sin piel, voz, ni fecha
decide jugar a ser su propio héroe:
nada tocará sus pasiones y sus sueños;
no envejecerá entre cuatro paredes
dócil a las prohibiciones y a los ritos.
Ni el poder ni el dinero ni la gloria
merecen un instante de la inocencia que lo consume;
no cortará la cuerda que lleva atada al cuello.
Le bastó la dosis exacta de alcohol
para morir como mueren los grandes:
por un sueño que sólo ellos se atreven a soñar.
y sus palabras tienen la insolencia
del que decide que todo está perdido.
Como guiado por una certeza deslumbrante
camina sin eludir su abismo;
de nada le sirven ya los engaños
para sobrevivir una o dos mañana más:
conocer otro cuerpo entre las sábanas destendidas
y derretirse pálido sobre él
o reencontrarse con las palabras
y hacerlas decir para mentirse
o ser el otro por el tiempo que dura
la lucidez del alcohol en la sangre.
En la oscuridad apretada de su corazón
allí donde todo llega ya sin piel, voz, ni fecha
decide jugar a ser su propio héroe:
nada tocará sus pasiones y sus sueños;
no envejecerá entre cuatro paredes
dócil a las prohibiciones y a los ritos.
Ni el poder ni el dinero ni la gloria
merecen un instante de la inocencia que lo consume;
no cortará la cuerda que lleva atada al cuello.
Le bastó la dosis exacta de alcohol
para morir como mueren los grandes:
por un sueño que sólo ellos se atreven a soñar.
CANCIÓN DE DOMINGO
Es inútil escoger
otro camino,
decidir entre esta palabra herida y el bostezo,
atravesar la puerta tras la cual te vas a perder
o seguir de largo como cualquier olvido.
Es inútil rociar raíces
que sean quimeras, árboles o cicatrices,
cambiar de papel y de escenario,
ser arco, cuerda, puta o sombra,
nombrar y no nombrar, decidirse por las estrellas.
Es inútil llevar prisa y adivinar
porque no hay tiempo para ver
o demorarse la vida entera
en conocer tu rostro en el espejo.
Los lirios, el cemento, esos ojos zarcos,
las nubes que pasan, el olor de un cuerpo,
la silla que recibe la luz oblicua de la tarde,
todo el aire que bebes, toda risa o domingo,
todo te lleva indiferente y fatal hacia tu muerte.
decidir entre esta palabra herida y el bostezo,
atravesar la puerta tras la cual te vas a perder
o seguir de largo como cualquier olvido.
Es inútil rociar raíces
que sean quimeras, árboles o cicatrices,
cambiar de papel y de escenario,
ser arco, cuerda, puta o sombra,
nombrar y no nombrar, decidirse por las estrellas.
Es inútil llevar prisa y adivinar
porque no hay tiempo para ver
o demorarse la vida entera
en conocer tu rostro en el espejo.
Los lirios, el cemento, esos ojos zarcos,
las nubes que pasan, el olor de un cuerpo,
la silla que recibe la luz oblicua de la tarde,
todo el aire que bebes, toda risa o domingo,
todo te lleva indiferente y fatal hacia tu muerte.
MALDICIÓN
Te perseguiré por
los siglos de los siglos.
No dejaré piedra sin remover
Ni mis ojos horizonte sin mirar.
Dondequiera que mi voz hable
Llegará sin perdón a tu oído
Y mis pasos estarán siempre
Dentro del laberinto que tracen los tuyos.
Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos,
Resucitarán los muertos y volverán a morir
Y allí donde tú estés:
Polvo, luna, nada, te he de encontrar
No dejaré piedra sin remover
Ni mis ojos horizonte sin mirar.
Dondequiera que mi voz hable
Llegará sin perdón a tu oído
Y mis pasos estarán siempre
Dentro del laberinto que tracen los tuyos.
Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos,
Resucitarán los muertos y volverán a morir
Y allí donde tú estés:
Polvo, luna, nada, te he de encontrar
POEMA DEL DESAMOR
Ahora en la hora
del desamor
Y sin la rosada levedad que da el deseo
Flotan sus pasos y sus gestos.
Las sonrisas sonámbulas, casi sin boca,
Aquellas palabras que no fueron posibles,
Las preguntas que sólo zumbaron como moscas
Y sus ojos, frío pedazo de carne azul.
Días perdidos en oficios de la imaginación,
Como las cartas mentales al amanecer
O el recuerdo preciso y casi cierto
De encuentros en duermevela que fueron con nadie.
Los sueños, siempre los sueños.
¡Qué sucia es la luz de esta hora,
Qué turbia la memoria de lo poco que queda
Y qué mezquino el inminente olvido!
Y sin la rosada levedad que da el deseo
Flotan sus pasos y sus gestos.
Las sonrisas sonámbulas, casi sin boca,
Aquellas palabras que no fueron posibles,
Las preguntas que sólo zumbaron como moscas
Y sus ojos, frío pedazo de carne azul.
Días perdidos en oficios de la imaginación,
Como las cartas mentales al amanecer
O el recuerdo preciso y casi cierto
De encuentros en duermevela que fueron con nadie.
Los sueños, siempre los sueños.
¡Qué sucia es la luz de esta hora,
Qué turbia la memoria de lo poco que queda
Y qué mezquino el inminente olvido!
BOGOTÁ, 1982
Nadie mira a nadie
de frente,
de norte a sur la desconfianza, el recelo
entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo
en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae
como diluvio: ciudad de mundo
que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo
como una muchacha que comienza a menstruar,
precaria, sin belleza alguna.
Patios decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada por sementinas láminas de alabastro,
ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor;
estas calles son el laberinto donde he de andar y desandar
todos los pasos que al final serán mi vida.
Grises las paredes, los árboles
y de los habitantes el aire de la frente a los pies.
A lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno,
un verde Patinir de laguna o río,
y tras los cerros tal vez puede verse el sol.
La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;
nos unen el cansancio y el tedio de la convivencia
pero también la costumbre irremplazable y el viento.
de norte a sur la desconfianza, el recelo
entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo
en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae
como diluvio: ciudad de mundo
que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo
como una muchacha que comienza a menstruar,
precaria, sin belleza alguna.
Patios decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada por sementinas láminas de alabastro,
ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor;
estas calles son el laberinto donde he de andar y desandar
todos los pasos que al final serán mi vida.
Grises las paredes, los árboles
y de los habitantes el aire de la frente a los pies.
A lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno,
un verde Patinir de laguna o río,
y tras los cerros tal vez puede verse el sol.
La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;
nos unen el cansancio y el tedio de la convivencia
pero también la costumbre irremplazable y el viento.
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